'Dignos de amor', un vídeo para promover empatía y respeto ante la inmigración

Celia y sus cuatro amigos subsaharianos.

El puerto canario de Arguineguín se ha convertido en el escenario estrella de la inmigración irregular. Pero ante el odio, Celia Cazorla defiende “la empatía y el respeto” para encontrar soluciones.

Lampo Diop es un adolescente natural de Senegal, de 15 años. Llegó a la bahía de Arguineguín, al sur de la isla de Gran Canaria, el pasado 6 de noviembre, en patera. Apenas días antes, el 15 de octubre, ya eran 8.102 personas las que habían llegado de manera irregular a las islas canarias. Una cifra que supone un 688 % de personas más que el mismo periodo del año anterior.

Celia Cazorla es una mujer natural de Arguineguín (Gran Canaria, España). Trabaja en una administración de lotería al sur de la isla, en Puerto Rico.

Lampo Diop llevaba puesto desde ese 6 de noviembre el mismo pantalón que Cruz Roja le había entregado cuando lo atendieron a su rescate al llegar Canarias. Había pasado casi mes. Era 1 de diciembre y estaba desesperado por cambiarse de ropa. Decidió entrar en un establecimiento, la administración en la que trabaja Celia, se acercó a ella y le dijo: “Quiero un pantalón”.

Celia, con sus pocas nociones de francés, empatizó con él y le dijo que volviera al día siguiente, que le traería ropa. Cuando Celia llegó a su casa le contó a su familia lo que le había pasado.

En Arguineguín hay dos movimientos, no siempre opuestos. La llegada de personas inmigrantes ha desbordado al pueblo y en consecuencia a la isla. Una parte de la sociedad rechaza de manera absoluta estas llegadas y pide que se tomen las medidas oportunas para que no se produzcan, para frenar la inmigración irregular e ilegal. Otro grupo de personas se amparan en los derechos humanos para tender un brazo, dar ayuda. Pero ambas perspectivas coinciden en algunos aspectos: saben que no hay economía que sostenga esta entrada masiva de inmigración irregular; saben que muchas mafias se mueven detrás de estas llegadas de ‘pateras’; saben que hay víctimas, y saben que España necesita ser apoyada por la Unión Europea para buscar una solución a este problema. Un conflicto que es nacional pero que en determinados territorios, como las islas canarias, o como Ceuta y Melilla, el problema aún es más evidente.

 

Al día siguiente, Celia y Lampo se dieron cita. Celia portaba un montón de ropa cedida por su familia pero ningún pantalón le quedaba bueno a Lampo. Aún así él le agradeció el gesto y le propuso llevarse la ropa para sus “hermanos de habitación”. A Celia le pareció buena idea pero, además, animó a Lampo a que se acercaran juntos al centro comercial. Ella le compraría un pantalón nuevo.

Pasaron algunos días. Celia y su madre paseaban por el pueblo cuando se les cruzó un migrante cantando. Era Lampo, se pararon a saludar. Se acercó otro chico, también subsahariano, Barat. Los cuatro, dos blancas, dos negros, cuatro personas, continuaron su paseo juntos.

Unos días más tarde volvieron a coincidir. A Lampo lo acompañaban sus compañeros de habitación, quienes se mostraron muy agradecidos ante Celia por la donación de ropa. Fueron pasando los días y siguieron los encuentros. “Nos hemos ido conociendo con mucha paciencia, traductor y cariño”, detalla Celia.

Llegó Navidad. “Yo los quería a todos sentados en mi mesa -relata Celia-, pero las medidas de seguridad me lo impedían. Así que les invité a pasar un día diferente. Ese día conocieron Arguineguín desde el otro lado del muelle. Y finalmente, dos de mis nuevos amigos cenaron en mi mesa, llamaron a sus familias para presentarnos y lloraron. Una mezcla de emociones supongo, pero ha pasado casi un mes y no se me borra ese momento de la cabeza. Después de aquello, no ha pasado ni un solo día en que no hablemos y pregunten por cada miembro de mi familia”.

Pero los días pasaban y más allá de compartir conversaciones, sus vidas, las de ellos, apenas cambiaban. Están literalmente atrapados en la isla: “Los veía tristes y preocupados, piensan que les van a repatriar y me confiesan que prefieren morir en España que volver a Senegal. Han buscado soluciones a la desesperada. Pero no hay ningún plan viable”. Le cuentan que algunos tienen familia en Barcelona y que a uno de ellos, al único que tiene pasaporte, le han pagado el viaje para que se vaya a la ciudad condal. “Fue al aeropuerto con su documento y PCR negativa. Sin embargo, fue detenido y esposado cual criminal. Pasaron 72 horas y no sabíamos dónde estaba. Finalmente salió y se mostraba perdido, lo único que tenía eran sus documentos y un teléfono sin batería. Cuando pienso en estas situaciones, llego a perder la esperanza en la humanidad de las personas”, confiesa Celia.

Tras esta situación, aumentó la presencia policial y su desánimo. “No parecen los mismos, están muy delgados; se ven aquí, prácticamente encerrados, sin hacer nada, viendo como ni siquiera pueden reunirse con sus familiares en la ‘Gran España', como ellos la llaman, y descubriendo cómo sus sueños se van al garete”, continúa Celia. “No hace falta hablar su lengua para hacerse a la idea de que, después de todo lo que han pasado, están emocional y psicológicamente destruidos y no están recibiendo el tipo de atención que requiere tal situación”.

A la desesperada, Celia decidió ir más allá, así que montó un vídeo con las fotografías que se habían hecho juntos y lo acompañó de unas palabras en las que expresaba su deseo de un mundo en el que nos respetáramos y entendiéramos los unos a los otros. Lo llamó 'Dignos de Amor' y puede verse en este enlace. “Con mi vídeo busco llamar la atención de quien corresponda para que estas personas reciban la atención que se merecen. Quieren salir de aquí a buscar trabajo, a sacarse las castañas del fuego, no quieren nada regalado. Quieren información, necesitan de los abogados y traductores que no pudieron atenderles decentemente en el muelle”, explica Celia.

Pero más allá de esta necesidad concreta, Celia busca con su vídeo llegar al corazón de las personas: “Generar una ola de amor, de solidaridad, de empatía y de respeto”. “Entiendo -continúa- que en Canarias estamos viviendo una situación límite, que nos nubla la vista por completo, pero la causa principal de la situación actual no es la inmigración, es la crisis sanitaria mundial. No tenemos que sentir miedo, ni alarmismo, pero sí hay que actuar”.

Celia, que es creyente, ve en Lampo y sus amigos el “regalo que Dios” le mandó por Navidad. “Lampo por todo Puerto Rico pidiendo un pantalón, en su momento me recordó a la virgen María buscando posada para dar a luz”.