Ante el acoso escolar nadie está a salvo

Ante el acoso escolar nadie está a salvo

Los casos más extremos de acoso escolar y las noticias de suicidios han puesto el foco en la importancia de prevenir y atajar estas situaciones implicando a todos los ámbitos de la sociedad

Son cosas de niños” o “siempre ha existido acoso y no ha pasado nada” son comentarios que todos hemos oído cuando niños de edades tan tempranas como los 6 años cuentan que su compañero le ha empujado otra vez, que ha perdido de nuevo el estuche o que nadie habla con él. En los últimos años, sin embargo, los casos más extremos de acoso escolar y las noticias de suicidios han puesto el foco en la importancia de prevenir y atajar estas situaciones implicando a todos los ámbitos de la sociedad.


Con motivo del Día Internacional contra el Acoso Escolar, el pasado 2 de mayo, el profesor de primaria y miembro del área de teatro de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar Jorge Quesada advirtió en medios nacionales que “la violencia física y los vídeos virales son solo la punta del iceberg”. El problema habitual es que se ha excluido al niño socialmente. “No se le ha invitado a cumpleaños, no le hablan… Día tras día su grupo de iguales no le acepta y eso es maltrato psicológico. No parece tan grave pero deja herida emocional en la persona”.


Una de las medidas más recientes para combatir el acoso es la implantación de la figura del coordinador de bienestar infantil, que se prevé que esté activo en todos los centros para el próximo curso, y que deberá ser el referente en la prevención y protección ante casos de violencia en el entorno escolar.

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El acoso en cifras
Como padres, nos preocupa que nuestro hijo sea víctima de acoso mucho más que la posibilidad de que desempeñe la figura de acosador. Un temor fundado, ya que se calcula que uno de cada cinco niños sufre o va a sufrir algún tipo de acoso escolar en España y que sólo el 15% se atreve a contarlo, según datos de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE). La ONG Bullying sin Fronteras calcula que hasta 24 millones de niños y jóvenes son víctimas de acoso en la Unión Europea cada año.


Con unas cifras como estas conviene definir qué es exactamente acoso escolar, puesto que algunas de sus características pueden llevar a no calificar como tales situaciones que deberían ser tratadas y contabilizadas como acoso escolar o bullying. La Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE) lo define como cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada, tanto en el aula como a través de las redes sociales. Una de las puntualizaciones de la AEPAE es que, para ser considerado reiterado, es suficiente que hayan sido tres veces.


Según estas características, la AEPAE cifra en más de medio millón los niños y adolescentes que sufren acoso escolar en nuestro país, sin que exista un perfil definido ni de víctima ni de acosador. Cualquier escolar en cualquier tipo de centro puede ser el foco del maltrato o su perpetrador. En el caso de estos últimos, a veces incluso sin ser conscientes de ello por considerar la burla o la exclusión como un simple juego.


Debemos tener en cuenta que el 90% del acoso es psicológico y, por ello, mucho más complejo de detectar para los adultos. Las consecuencias para las víctimas, sin embargo, son físicas y psicológicas y si no se tratan, pueden arrastrar en su vida adulta. La baja autoestima, la ansiedad, el estrés postraumático, la depresión, trastornos del sueño e incluso pensamientos de suicidio son algunos de las consecuencias habituales que presentan las víctimas.


Nadie está a salvo
El desencadenante del acoso puede ser una característica que distingue al niño (color de pelo, altura, falta de aptitud para algo, gafas, vestuario, resignación…) o cualquier circunstancia puntual que ponga la atención sobre él (fallar un gol, hacerse pis un día…). A partir de ahí, el acoso psicológico se da de una manera sutil, sin violencia física, pero igualmente dolorosa, como poner motes, propagar bulos, hacer el vacío y dejar de lado a la víctima, chillarle, esconderle cosas, cambiar el significado de lo que dice, bombardearle en redes sociales, etc. Son conductas muy hirientes, pero poco llamativas desde fuera, que hacen que normalmente pasen desapercibidas para los adultos, especialmente porque suelen producirse en pasillos, comedores, rutas de autobús, servicios, gimnasios, recreos, etc. donde la mirada del docente no está presente.


Durante su intervención en las I Jornadas nacionales para la prevención del acoso escolar el pasado día 30 de abril, el psicólogo especialista en salud y educación Enric Valls Roselló afirmaba que “el maltrato psicológico, en mayor o menor grado, se da en todos los centros”. Su incidencia, afirma, dependerá del clima relacional del centro: “si se habla, si lo afrontan…; de los valores que se transmiten y de si existe o no un protocolo de actuación, junto con la facilidad para poder comunicarlo a la familia”.


El acosador no nace, se hace
La otra parte participante activa es el acosador, para quien tampoco es posible marcar un perfil definido, aunque los profesionales identifican algunos rasgos generalizados, como fuerza física, impulsividad, egocentrismo, baja tolerancia a la frustración, falta de autocrítica y desafiante ante adultos. No suele ser un niño ansioso ni inseguro, puede presentar una actitud negativa hacia la escuela y falta de empatía, así como ausencia de culpabilidad ante el acoso. A pesar de ello, muchas veces no se identifican estas características y se camufla entre otros, sorprendiendo a padres y profesores.


Entre los motivos del acoso, los psicólogos apuntan a situaciones traumáticas como un divorcio o un fallecimiento en la familia, una actitud inadecuada de los padres (autoritarismo o excesiva permisividad, negligencia, incoherencia o desatención) y también el consumo de alcohol o drogas en el ámbito familiar.


Por ello, la AEPAE entiende que los acosadores necesitan ayuda “ya que, en la gran mayoría de los casos, son también víctimas”. En este sentido, la asociación recomienda que las sanciones sean educativas, más que punitivas, y ofrece cursos de resolución pacífica de conflictos en los que se trabaja la confianza y la colaboración, la impulsividad y el autocontrol, la asertividad y la empatía, entre otros temas.


Silencio a gritos
Víctima y acosador no son los únicos actores que entran en juego en los casos de bullying. El tercer elemento son los observadores pasivos, que legitiman el maltrato al no intervenir, conocen a ambas partes, ignoran y aíslan a la víctima. En los programas de formación de la AEPAE que trabajan la prevención entre iguales, Roselló conciencia a los jóvenes de que “cuando el observador informa no es un chivato, es un valiente y ayuda a ese compañero”. Además, dejan de normalizar la conducta del acosador previniendo que en el futuro asuma este modelo de dominio-sumisión como rol en su vida adulta.

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La conciencia y la actitud activa contra el maltrato entre los compañeros es fundamental en el trabajo de prevención, ya que el acoso suele producirse en recreos, baños, pasillos, comedores, escaleras y zonas en las que la mirada del docente no está tan presente y los alumnos se sienten más libres.


Las situaciones de acoso, advierte el psicólogo, se dan en un contexto en el que se dan una serie de negligencias del entorno escolar, social y familiar. Por eso la educación en los centros sobre qué es maltrato, las consecuencias que tiene y cómo intervenir es imprescindible para ponerle freno, pero el trabajo debe ser transversal en todos los ámbitos de la vida de del niño.


El ciberacoso
Las nuevas tecnologías han supuesto la aparición del ciberacoso, donde desaparecen las fronteras escolares y el horario de clases, invadiendo cada espacio personal del niño o del joven. El anonimato y la inmediata y sencilla difusión de indultos, amenazas, comentarios peyorativos, etc. multiplica el efecto y alcance del acoso, además de minimizar su percepción como tal debido a la falta de límites en el contexto digital.


El ciberacoso puede ser tanto el punto de partida (un fotomontaje, un vídeo, un comentario, un bulo…) como, en la mayoría de los casos, el reflejo aumentado de una situación ya iniciada en el centro. Un estudio de Microsoft revela que un 37% de los niños entre 8 y 17 años ha sufrido algún tipo de acoso escolar a través de las redes. Las cifras aumentan hasta el 42% entre los alumnos de segundo y tercero de Primaria, descendiendo después en la etapa de la Secundaria, pero “no porque no se dé, sino porque no lo verbalizan”, aclara Roselló. A pesar de ello, el especialista destaca las altas tasas de depresión y ansiedad (en torno al 67%) que supone para las víctimas incluso escuchar el sonido de la llegada de un nuevo mensaje o notificación.


Para dar un contexto a uso de las tecnologías por parte de los jóvenes, el estudio de UNICEF España “Impacto de la tecnología en la adolescencia” analiza los hábitos de uso de las tecnologías de 41.500 jóvenes españoles de entre 11 y 17 años. Entre sus conclusiones alerta de la falta de control por parte de los padres sobre el uso que sus hijos hacen de las tecnologías (solo el 13% de los padres limita los contenidos y el 24% limita las horas), así como el desconocimiento de las actividades de estos en Internet. En particular, el estudio destaca que más del 58% de los entrevistados duermen con el móvil en la habitación pese a que a partir de medianoche se incrementan las conductas de riesgo y que uno de los factores que se asocia a un mayor uso problemático de internet es el hecho de que los padres usen el móvil durante las comidas. Esta llamada de atención pone de manifiesto el desconocimiento de los adultos sobre pautas para fomentar un uso responsable de las tecnologías en los jóvenes tanto en materia de ciberacoso como de seguridad digital.


Abre los ojos
La minimización y la cultura de violencia son uno de los factores que agravan la incidencia del acoso escolar. El considerarlo juegos de niños, incluso a edades muy tempranas, enseña a los pequeños a obtener un beneficio (un juguete, una golosina…) quitándosela a otro y a repetir esas conductas posteriormente. Los niños sobreprotegidos pueden desarrollar conductas déspotas que aplican tanto en su casa como en el centro y, en el futuro, en todas sus relaciones personales, sociales y laborales.


Otro de los comentarios que más oímos es “no les hagas caso y te dejarán en paz”. La AEPAE advierte que el acoso que no se frena no desaparece por sí solo. Un acosador que no recibe ninguna sanción sigue obteniendo beneficio de ello y no para, sino que aumenta, a veces pasando de ridiculizar o intimidar a las agresiones físicas.


Es llamativo que los padres de víctimas de acoso admiten la situación rápidamente, mientras que el 80% de los padres de los acosadores lo niegan, defienden a sus hijos e incluso rechazan las medidas disciplinarias adoptadas por el centro educativo en caso de que los protocolos lleguen a aplicarlas.


En Ceuta, concretamente, el Ministerio de Educación y Formación Profesional informa que no se ha dado ningún caso de acoso escolar, durante los últimos cuatro años, aunque, durante el último año, sí se han abierto cuatro protocolos por acoso en los que se ha determinado que no se trataba de bullying, pero se han sancionado las conductas. Muchas situaciones de acoso no aparecen en las estadísticas y se consideran casos puntuales porque utilizan baremos que no siempre se cumplen, como que exista una relación desigual de fuerza, de edad, o de posición entre acosador y acosado, así como una continuidad en el tiempo por determinar.


La AEPAE dice ser consciente del “miedo y respeto que provoca hablar de acoso escolar y más aún de intervenir ante el mismo ” entre la comunidad educativa. Sin embargo, consideran que las políticas reactivas “son frecuentemente más cosméticas que efectivas” y que es imprescindible trabajar para prevenir el maltrato escolar y la normalización de la violencia.


Prevenir, actuar y resolver
El Plan Nacional que propone la AEPAE supone afrontar el acoso desde todos los frentes, formando al equipo docente y no docente, padres y alumnos en la prevención, detección temprana e intervención ante el acoso escolar. En declaraciones a Radio Nacional, el profesor del área de teatro de AEPAE y ​maestro interino de Primaria Jorge Quesada señaló la especial importancia de incluir al personal no docente, ya que la mayoría de las situaciones de acoso se producen fuera del aula y los monitores, celadores, etc., no cuentan normalmente con la autoridad, la formación, ni la estabilidad laboral como para decidirse a intervenir­­­.


En cuanto al alumnado, se realiza una campaña de sensibilización, que ayude a los escolares a identificar el acoso escolar y a diferenciarlo de un conflicto puntual entre iguales. Para ello, además de material curricular, se emplean ejercicios grupales en role playing, que “enseñan de forma pro-activa conceptos como la empatía, la inclusión, el respeto a lo diferente, la asertividad y la confianza”. A partir de los 10 años, la AEPAE incluye con pautas de prevención y protección ante el ciberacoso. En la formación en prevención entre iguales nombrada antes, se selecciona a dos alumnos como ayudantes para observar, intervenir y avisar. “No es una mediación entre acosado y acosador”, puntualizan. “Es una labor de desactivar la espiral de violencia cuando ésta se produce”, ya que el proceso de acoso escolar suele ocurrir cuando no se encuentra un adulto presente.


Como apoyo al centro escolar, la AEPAE propone un protocolo de actuación complementario al oficial, que varía en cada comunidad, para que se actúe “con celeridad en la investigación” y se haga “especial hincapié en la protección de la víctima”. El profesor Jorge Quesada considera que los protocolos “llegan tarde y, cuando llegan a inspección, la víctima puede llevar años sufriendo” por lo que no se sienten seguras para denunciar. En este sentido destaca también la importancia de la voluntad del profesor de decidir “hasta dónde te mojas. ¿Tu prioridad es que tu aula sea un espacio seguro o solo cumplir con el currículum y los protocolos?”.


Al igual que en el caso de los acosadores, para ayudar a las víctimas de acoso escolar y favorecer su recuperación, se realiza un curso específico y un seguimiento posterior. En el caso de las víctimas, el curso se centra en trabajar las habilidades asertivas desde tres áreas “transversales y complementarias”: la psico-asertividad, el teatro corporal y la autoprotección.


El acoso escolar “ha estado y estará”, recuerda Enric Valls, “pero podemos poner recursos” y atajarlo entre todos.

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