QRÓNICA LITERARIA

Ana Frank en la memoria

Ana Frank en la memoria

El famoso diario engrosa la lista de los 100 mejores libros del siglo XX según el diario Le Monde.

«Kitty» fue el nombre con el que la joven Ana, de apenas 13 años, había bautizado al diario que sus padres le regalaron por su cumpleaños durante el junio de 1942.


En aquel entonces, el cada vez más patente antisemitismo del III Reich había obligado a los Frank a trasladarse a Holanda.


Allí, vivían modestamente gracias a los ingresos que obtenían de la pequeña empresa que Otto, el patriarca, había fundado tiempo atrás.


No obstante, como consecuencia de la política expansionista alemana, la familia tuvo que esconderse de las autoridades en un viejo edificio situado cerca del Prisengracht, uno de los canales más importantes de Ámsterdam.


Aquel inhóspito lugar recibiría el nombre de «La casa de atrás» en las memorias de la niña y, entre aquellas cuatro paredes desarrollaría su vida junto a la de su familia y otros inquilinos como los van Pels o Fritz Pfeffer.
El enclaustramiento se extendió durante dos años. Dos años en los que los silenciosos residentes se verían obligado a caminar descalzos, evitar el uso de agua corriente y hablar en susurros con tal de no alertar a nadie sobre su clandestina estadía.


El mayor pasatiempo de Ana allí consistiría en la redacción de un diario el que vertería interesantes reflexiones sobre su alrededor y donde daría también rienda suelta a su imaginación a través de la escritura de relatos y poemas.


Cuando en 1944 la muchacha escuchó decir por la radio a un miembro del gobierno holandés en el exilio que su intención era la de convertir la correspondencia y escritos personales en documentos históricos tras la vuelta a la estabilidad, no se lo pensaría dos veces:


Desde ese momento, Ana se dio a la tarea de crear una obra con la que ilustrar a las generaciones venideras hasta dónde llegaron los intentos de supervivencia de aquellos que sufrieron la más atroz de las represiones por ser parte del pueblo judío.
 

La adolescente recogería su testimonio en un diario, dos cuadernos y 364 hojas de papel que tiempo más tarde encontraría su padre, tras haber fallecido ella de tifus en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
Otto Frank tenía claro haría lo imposible por publicarlo y, después de ser rechazado por numerosas editoriales, logró su objetivo el 25 de junio de 1947, cumpliendo así con la última voluntad de su hija.

Ana Frank en la memoria