Desesperanza y enajenación en la pintura de Tetsuya Ishida

Desesperanza y enajenación en la pintura de Tetsuya Ishida
Algunos de los temas que más trató el nipón fueron la alienación del individuo o la disolución de la identidad en el mundo actual.

Con apenas 10 años de trayectoria artística, Tetsuya Ishida (Yaizu, 1973 – Tokio, 2005) se convirtió en uno de los más acusados detractores de la sociedad de consumo contemporánea a través de sus cuadros.


Nacido en aquel segmento demográfico conocido como «la generación perdida», se encargó de plasmar como nadie sobre el lienzo el aspecto más truculento y malogrado de la realidad japonesa.


Trabajó durante largo tiempo como guardia de seguridad nocturno en una imprenta mientras que de día, pintaba incansablemente en su domicilio habitual de Sagamihara, cerca de Tokio.


Un contacto limitado hasta el extremo con ese mundo que tanto aborrecía fue el sustrato de todas y cada una de sus obras.
En ellas, quedaría registrado un amalgama de temas que irían desde la explotación laboral (Soldier, 1996) el arma de doble filo que suponen las nuevas tecnologías (Cellphone Robot and Laptop Boy, 1996), la falta de expectativas de futuro (Waiting for a Chance, 1999) y un largo etcétera.


Semejante producción quedaría además aderezada bajo una estética estrictamente kafkiana, donde la importancia dada a la deformación del individuo y al vacío existencial primaría sobre todo lo demás (Body Fluids, 1998).


De igual modo que el autor checo, Ishida manifestaría en su obra cómo las distintas esferas de uniformización social contribuyen a la anulación de la identidad individual.


Por ello y en una línea pictórica basada en el retrato de la enajenación, el nipón expuso su concepto de individuo-mercancía, totalmente desechable y sujeto a las fluctuaciones del proceso productivo (Recalled, 1998).


Como sucede en ocasiones con cierto tipo de artistas, la obra de Ishida no se revalorizaría hasta hace escasos años, cuando después de su trágica muerte, una exposición comisariada por Teresa Velásquez lo dio a conocer en nuestra tierra.


Bajo el nombre «Autorretrato del otro» –nombre sacado de los propios cuadernos del artista–, una parte importante de su obra aterrizó en las galerías del Palacio Velázquez del Retiro (Madrid).


Su metafórica pintura y aproximación tan particular al proceso de alienación inherente a la cotidianidad japonesa logró rescatar a este artista único del olvido, en un tiempo en el que su producción parece cobrar tintes de atemporalidad.

Desesperanza y enajenación en la pintura de Tetsuya Ishida