Es un buen día para recordar y concienciar sobre la dramática situación por la que pasan los bosques españoles. La desertificación y el cambio climático son los dos principales problemas que amenazan el patrimonio natural de España.

La desertificación, como recoge el último informe del Ministerio de Transición Ecológica, afecta ya a más de las dos terceras partes del territorio español y ya se pueden categorizar áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. El cambio climático no hace más que fomentar y acrecentar este hecho, el aumento de las temperaturas, el cambio en los patrones de las precipitaciones y el mayor riesgo de incendios azotan a España en toda su extensión.

Lejos quedan ya aquellos días en los que se podía afirmar que una ardilla podía recorrer la Península Ibérica de Norte a Sur saltando de árbol en árbol.  Hoy día, recuperar la cobertura vegetal se postula como una de las mejores herramientas para combatir el cambio climático, pues las plantas crean sombra y constituyen un regulador térmico natural.  Además, los bosques son el pulmón del país y por ello, realizan la purificación del aire. Cada año, en España, retiran aproximadamente 87 millones de toneladas de carbono, lo que supone un 24% de las emisiones que se generan en el país.

En cuanto al beneficio económico, los bosques crean riqueza. La madera, el corcho, la resina o el turismo rural son solo algunas de las actividades económicas que pueden sustentar a las regiones despobladas y económicamente deprimidas el interior de la meseta.

Aún con este dramático panorama España es el segundo país de la Unión Europea con mayor superficie arbórea, 27,7 millones de hectáreas, solo superado por Suecia. Conservar y preservar para nuestros hijos y nietos el patrimonio natural y la riqueza forestal de nuestro país se hace una necesidad imperiosa, tanto para el ocio y disfrute como para la calidad de vida de las generaciones futuras.