La respuesta a esta pregunta la encontramos en nuestros primeros momentos de vida, el desarrollo embrionario. Aproximadamente entre la sexta y séptima de embarazo, los testículos comienzan a formarse, y en ellos se produce la testosterona hacia la novena semana de embarazo. A partir de este momento, esta testosterona inducirá la formación de los genitales externos masculinos y producirá cambios en el cerebro del niño.

Para ese momento del desarrollo, donde se empieza a diferenciar el individuo masculino, los pezones ya están presentes en el organismo. Estos se forman consecuencia de esas primeras semanas en las que no hay hormona masculinizante en el medio, así pues, todos comenzamos nuestra vida siguiendo un patrón femenino. Independientemente al género, los pezones quedan igual en ambos sexos hasta la pubertad cuando a las niñas se les desarrolla las mamas y los pezones.

En condiciones fisiológicas normales, el pezón masculino no tiene función alguna. Pero, bajo ciertas circunstancias anómalas, los hombres pueden lactar consecuencia de los niveles de estrógenos que siempre quedan en el hombre o de ciertas enfermedades endocrinas o hepáticas.