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Joan Margarit. Foto: Carlos A. (joanmargarit.com)

Joan Margarit: se fue el 'Poeta arquitecto', pero nos queda su legado

Joan Margarit: se fue el 'Poeta arquitecto', pero nos queda su legado

El poeta Joan Margarit nos dejaba esta semana a los 82 años. Se va el 'Poeta Arquitecto' que desgranaba el alma, a la par, en español y en catalán, pero se queda su legado: su amor a construir versos.

Así entro en la vejez:

no parece haber cambios al principio,

como una barca que, al llegar a puerto,

ha apagado en la noche sus luces y el motor,

pero en la oscuridad aún prosigue

resbalando en silencio por el agua.

A pesar de saber que recordar

el sexo en solitario es morir solo,

recorriendo su cuerpo ya perdido

hoy calculo mi última estructura.

 

La poesía, como él defendía, se extendió por su vida. Escribía despacio y así, pausado y con la vida en la pluma, recitaba. En español o en catalán, porque nunca entendió de fronteras. El poeta Joan Margarit nos dejaba esta semana a los 82 años.

Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938 - Sant Just Desvern, Barcelona, 2021) fue el primer autor en lengua catalana en ganar el Premio Cervantes. “Su obra poética es de honda trascendencia y lúcido lenguaje, siempre innovador, y ha enriquecido tanto la lengua española como la lengua catalana, representando la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal de gran maestría”, le reconocieron con el galardón.

Y es que Margarit siempre defendió su lengua materna, pero sin barreras ni extremismos, solo con el amor a una patria y, por supuesto, a su eterna amiga la palabra. Quizás fue en Luz de lluvia (Llum de pluja, 1987) cuando empezó a entender que ambas lenguas eran lo mismo: poner cuerpo a una emoción. Por eso optaba a menudo por comenzar a sentir en su lengua más interna e intensa, el catalán, para después pulir los versos a la par en ambas lenguas. Una conciliación de las esencias, un ejemplo de equilibrio, armonía y respeto.

Pasión que sentía por la lengua, pero también por la vida, aunque ambas cosas eran para él lo mismo. Vida que le arrebató un cáncer linfático, el cuál, al mismo tiempo, le regaló una explosión de creatividad con la que creó los últimos poemas de su carrera.

Una carrera que comenzó tardía y con el objetivo, decía, de “consolar” a las almas solitarias. Y es que, en su juventud, no fue la poesía sino la Arquitectura, siguiendo los pasos paternos, la profesión que ejerció. Oficio que le ha llevado al sobrenombre del 'Poeta arquitecto', puesto que con la misma pulcritud y entereza que se diseña y proyecta un edificio, el proyectaba versos para habitar en ellos.  Sus primeros poemas llegaron en la mesa de Arquitectura, entre cálculos y reglas. Pero poco a poco, su vinculación a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona fue deshaciéndose en pro de un mayor 'enganche' a la poesía, que convirtió en su centro.

También en la traducción se hizo un hueco, vinculando esta faceta a desgranar la poesía de su admirado Rilke, cuyas Cartas a un joven poeta se habían convertido (como les ha pasado a muchos autores) en un lugar al que siempre regresar.

Y del mismo modo que amó la poesía pero también la arquitectura, amó su tierra catalana pero amaba también su segunda patria, Canarias. Margarit llegó a la isla de Tenerife acompañando a su padre, al que destinaron a la isla como arquitecto del Ministerio de la Vivienda en plena posguerra. Para Margarit, Tenerife se convirtió en un paraíso en el que halló amor e inspiración al mismo tiempo, lo que le llevó a integrar la isla, ya durante toda su vida, en su mochila emocional.

La muerte de su hija, como le pasase a Isabel Allende con su Paula, supuso un punto de inflexión en su trayectoria vital y profesional. Su hija Joana estaba afectada por el síndrome de Rubinstein-Taybe, una deficiencia física y psíquica que implica problemas motores y que la obligaban a ir en silla de ruedas. “Nuestra hija es la angustia por el paso del tiempo / que, despacio, va helándonos la vida”, dejó escrito Margarit. Joana falleció a los treinta años dejando ‘huérfanos’ a sus padres, un vació que solo supo llenar con versos dedicados a esos treinta años de cuidados y de amor, y que se recogen en el libro que lleva el nombre de su hija.

El poeta, seguro, estará feliz de reencontrarse con su niña, ahora ya sin necesidad de sillas de ruedas ni limitaciones, y con el único camino del amor como recorrido.

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