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Lafcadio Hearn: ¿un Grimm en Japón?

La labor realizada por Hearn resultó esencial para poder comprender las complejidades sociales y el folclore de toda una época.

La milenaria cultura asiática en general y la japonesa en particular siempre ha suscitado un importante interés en todo el globo como consecuencia del elemento exótico de su rico folclore.


No son pocos los occidentales que se han aventurado por aquellas lejanas tierras con el único objetivo de conocer en mayor profundidad los secretos que el país del sol naciente pudiera entrañar.


De entre estos apasionados orientalistas, cuyas metas pasaban por mostrar las particularidades de la vasta realidad nipona destaca el trabajo del periodista greco-irlandés Lafcadio Hearn, máxima autoridad en lo que a la organización y difusión de la disgregada tradición oral japonesa se refiere.


Tras desempeñarse como articulista para un diario local en la ciudad estadounidense de Cincinnati durante la segunda mitad del siglo XIX, Hearn comenzó a interesarse por las costumbres criollas así como por la idiosincrasia y quehaceres de otras muchas culturas.


Sin embargo, este afán suyo llegó a un nuevo nivel después de asistir a una exposición universal en la que se mostraba alguna de las características más sonadas de Japón en nuestra parte del mundo.


Hearn quedó tan cautivado por las maravillas relatadas sobre el país que no lo dudó dos veces cuando se le brindó la oportunidad de embarcarse en el navío Abisinia para conocer en primera persona las bondades de aquel enigmático lugar.
Después de radicarse allí y trabajar durante algún tiempo como corresponsal para un diario norteamericano, decidió romper por completo con la vida occidental que había conocido y, abandonando la redacción en aras de empaparse de lo propiamente autóctono, inició un largo viaje por los parajes más íntimos y místicos de Japón.
 

Siguiendo esta tónica, adoptó el nombre de Yakumo Koizumi, contrajo matrimonio con Setsuko Koizumi, descendiente de un antiguo linaje de samuráis y, junto a ella profundizó en sus conocimientos sobre la mitología y religión sintoísta, de gran peso en el país oriental.


Toda la sabiduría compendiada, fruto de su experiencia con la ciudadanía local y de años de indagación quedó recogida en En el Japón Espectral (1899) y Kwaidan: estudios de cosas extrañas (1904) –ambos volúmenes disponibles en español–, donde siguiendo la hoja de ruta de otros antes que él como los hermanos Grimm, recopiló los cuentos y leyendas más emblemáticos de Japón.


A través de ellos, el recién bautizado Kozumi, además de garantizar la preservación de interesantes y maravillosas obras y relatos de carácter popular, también consiguió salvaguardar los testimonios que posteriormente permitirían reconstruir todo el imaginario de una sociedad durante un período concreto: todo ello gracias a la voluntad de un hombre que, aún nacido en Occidente, tenía un indudable corazón japonés.