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Libros y rosas para darle el último adiós a Almudena Grandes.

Libros y rosas en la despedida de Almudena Grandes

Libros y rosas en la despedida de Almudena Grandes

El cementerio civil de Madrid acogía este lunes la despedida a la escritora Almudena Grandes, que fallecía el pasado sábado, a los 61 años, a consecuencia del cáncer que padecía. Palabras de amigos, novelas al aire, rosas rojas y la eterna alegría que derrochaba la escritora, siempre presente.

Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
con ese mismo invierno que hiela las canciones
cuando la tarde cae en la radio de un coche,
como los telegramas, como la voz herida
que cruza los teléfonos nocturnos,
igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
como las dudas y las certidumbres,
como mi silueta en la ventana,
así duele una noche,
con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
con esa misma nieve que me ha dejado en blanco, pues todo se me olvida
si tengo que aprender a recordarte.

Dicen que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Por eso estas palabras escritas por Luis García Montero hace ya algunos años han regresado a circular este fin de semana, encadenándose a su autor, para recordarle que el amor seguirá siempre vivo, aunque ahora tenga que “aprender a recordar” el cuerpo de la mujer con la que ha compartido el camino durante cerca de treinta años.

El sábado sorprendía a todos como un jarro de agua fría la muerte de Almudena Grandes. Apenas hacía un mes que ella misma había anunciado a través de su columna en El País que padecía un cáncer. “Todo empezó hace poco más de un año. Revisión rutinaria, tumor maligno, buen pronóstico y a pelear. En aquel momento no quise dar la noticia porque necesitaba estar tranquila, confabularme con mi cuerpo y conmigo misma, pero en un año pasan muchas cosas. Tendría que habérseme ocurrido, pero no reaccioné a tiempo. El cáncer, que es una enfermedad como otra cualquiera, desde luego un aprendizaje, pero nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo, me ha acompañado desde entonces”.

Con ese “buen pronóstico” que incluía en el texto nada hacía imaginar que este sábado su entorno anunciara la muerte de la escritora. El cementerio civil de Madrid acogía este lunes 29 su sepelio. Un acto al que han acudido centenares de personas, familia, amigos, que es la familia escogida, y seguidores. Rosas y novelas ondeaban despidiendo a la persona, al aire y en el mundo quedan sus obras. Las edades de Lulú. Te llamaré viernes, Malena es un nombre de Tango, Los aires difíciles, El corazón helado, El lector de julio Verne, Estaciones de paso... Decía que acompañando a su enfermedad estaba escribiendo una novela, una que -suponemos- no logró terminar.

El viudo y sus tres hijos despedían de este plano su cuerpo. Hasta el cementerio se acercaron el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Almudena hizo de la literatura más que un oficio, más que una pasión. Comprometida con la Historia, con la izquierda; comprometida, sobre todo, con la vida. Y con la alegría”, había escrito el domingo en El País el presidente. La escritora no solo nunca ocultó su apoyo a la izquierda sino que abanderó junto a sus compañeros en la lucha la “defensa de la alegría” en aquella controvertida campaña de apoyo a José Luis Zapatero.

Muchos de esos compañeros y amigos estaban hoy despidiéndola. Como Joaquín Sabina, cuya Noche de bodas, a dos voces compartida con Chavela Vargas sonaba por los altavoces. Mientras, el músico se escuchaba así mismo pensando, seguro, en las tantas y tantas tardes compartidas con la autora.

El director del teatro Miguel del Arco leyó unas palabras de despedida. Como también la cantante Ana Belén, quien leyó un extracto de Por una falda de plátanos, un relato de la escritora en el que describía lo difícil que es en la niñez unir el rompecabezas de la vida. Dificíl continúa siendo al crecer y así debía pensarlo Luis García Montero cuando depositaba un libro de poemas sobre el nicho de su amada. Aquí se cierra este atlas de la geografía humana. Queda el reflejo de su alegría y las letras de su legado.

Libros y rosas en la despedida de Almudena Grandes