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¡Mafalda vive!

¡Mafalda vive!
La universalidad del mensaje dado por el personaje ideado por Quino hace más de cinco décadas mantiene su vigencia.

Mafalda es indudablemente uno de los iconos populares que mayor recorrido detenta desde que fuera concebida en la imaginativa mente de Joaquín Salvador Lavado, un artista argentino de padres andaluces que se daría a conocer al mundo con el sobrenombre de Quino.


Tras haber dejado la Escuela de Bellas Artes de Mendoza y fijado su residencia en la capital bonaerense, el joven ilustrador comenzó a desempeñarse como historietista en algunas revistas de la época, labor que compaginaba con otros trabajos de muy diversa índole.


Fue precisamente a raíz de un encargo realizado para una marca de electrodomésticos que Mafalda cobraría vida en 1962.


Un año más tarde, presentaría a esta querida y entrañable niña al mundo a través de una tira cómica en el semanario Primera Plana,


permitiendo el despegue de una de las viñetas contemporáneas más reputadas.


La peculiar mezcolanza de inocencia, pedagogía y crítica social que encarnó la simpática chica del lazo atendían a las necesidades de una época sumamente convulsa así como a las propias circunstancias familiares de Quino, cuyos padres habían salido de España décadas antes huyendo del conflicto de la guerra.


Por ello, Mafalda es a menudo representada como una activista por la paz, defensora última de los más desfavorecidos y, sobre todo, una joven con grandes ansias por arreglar la sociedad en la que vive.


No en vano, la más famosa creación de Quino se asoció durante años a ciertos valores y actitudes reivindicativas, por lo que no resultaba extraño ver su peculiar rostro en todo tipo de concentraciones populares de entonces.


A pesar de que el autor dejó de publicar sus moralizantes aventuras en 1973 como consecuencia de una crisis creativa, para entonces Mafalda ya había trascendido y se había convertido en todo un fenómeno de masas.

 

Desde entonces, año tras año siguen reeditándose sus tiras, lo que garantiza no sólo la pervivencia del personaje, sino de su mensaje a través de un encuentro con nuevos públicos dispuestos a cambiar el mundo.

¡Mafalda vive!