El mágico realismo de Andrew Wyeth

El mágico realismo de Andrew Wyeth
El enigma detrás de la vida del pintor estadounidense alimenta la mística de su obra pictórica. Piezas tan singulares como El Mundo de Cristina se han convertido en toda una referencia de la pintura contemporánea.

Cuando Andrew Wyeth (Pensilvania, 1917 – 2009) trató de vender su cuadro El Mundo de Cristina (1948) a Alfred Barr, director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, no esperaba cosechar la fama de la que goza hoy día.


Desde su presencia en la novela 2001: Una odisea del espacio, de Arthur Clarke, pasando por el film sci-fi Oblivion o el homenaje realizado en el film Forrest Gump, la obra de Wyeth ha sido referenciada hasta la saciedad desde el ámbito de la cultura popular. 


No obstante, tanto los críticos de entonces, quienes tildaban a sus pinturas rurales de «escenas de almanaques», como el propio artista, cuyo realismo pictórico no encajaba con el expresionismo abstracto de entonces, no daban nada por él.


Tal vez fuese por esta coherencia autoral que la pintura del artista acabó siendo, con los años, uno de los principales reclamos del MoMA para todos aquellos interesados por el arte.


Sin embargo, su estilo no se encuadraría en un realismo típico, necesitado de representar su entorno más cercano tal cual es: Entre aquella tenue impronta abstracta y una peculiar paleta de colores, se encontraba oculta la magia de un poeta del lienzo.


Gracias a este inconfundible proceder que algunos asemejan a las formas de Edward Hopper –otro de los más insignes representantes de la escuela realista norteamericana– pudo dotar de un encanto personal a sus escenas rurales y paisajes bucólicos.


Por sus intentos de retratar los verdes paisajes de Estados Unidos y la amplia aceptación de su obra entre los ciudadanos de a pie fue apodado como «el pintor del pueblo».


Una de sus mayores inspiraciones para la pintura fue sin duda alguna el municipio de Chadds Ford (Pensilvania), su pueblo natal.


El artista solía pasear por los bosques de la localidad en busca de un ansiado momento que pudiera recoger posteriormente su pincel. 


«Cuando estoy sólo en el bosque, caminando a través del campo, me olvido de todo lo relacionado conmigo mismo. Dejo de existir» decía el prestigioso artista al respecto.


Además de su ciudad natal, otra de las grandes fuentes de inspiración de Wyeth fue su esposa y guardiana de su legado pictórico Betsy Jones.


Jones a menudo sirv

ió de modelo para los cuadros del pintor y su labor es a menudo puesta de relieve por haber sido la imagen detrás del retrato del Mundo de Cristina.
«No le gusta que sus modelos hablen, no busca personalidades –comentaba su esposa– pero saca a la luz tus mejores cualidades, las dirige como haría un extraordinario director del estilo de Bergman».


Wyeth dio tanta importancia a la figura de Cristina –inspirada en una vecina suya de la infancia– como a los ciudadanos de su pueblo natal que los empleó como late motiv de toda su obra. 


Su obra se fundamentó en retratar de manera exclusiva por un lado a Chadds Ford y sus alrededores y a Cushing (Maine) por otro, donde residía su familia política.

De igual modo, durante su vida sólo se atrevió a pintar a vecinos o gente de su círculo más íntimo. Tal fue el caso de Siri Erickson, hija de un granjero conocido suyo a la que plasmó en el lienzo durante la adolescencia de la joven. El hecho fue especialmente polémico, dado que entre los muchos posados que realizó para el artista, se encontraba un desnudo integral cuando la muchacha apenas contaba 14 años de edad.


La colección únicamente fue revelada al público tiempo después de que Siri cumpliera la mayoría de edad, afirmando tiempo más tarde la chica que en ningún momento sucedió nada entre el artista y ella: «Se concentraba totalmente en su trabajo. Era como si una fuera un árbol» afirmaba la joven.


A pesar de todo, esta no sería la única historia controvertida del autor, ya que en los años posteriores su nombre se vinculó al de Helga, una mujer de origen germano que posó en secreto para Wyeth entre 1970 y 1985.


La historia provocó un especial revuelo en la prensa dado el desconocimiento de todo el círculo más cercano del pintor –inclusive su propia esposa– del hecho en cuestión.


La colección en la cual se incluyeron los cuadros de la fémina sin identificar y que en total sumaban 240 piezas fue vendida por varios millones de dólares, acaparando las portadas tanto del periódico Newsweek como de la revista Time.


Por semejantes cuestiones, la figura de Andrew Wyeth sigue suscitando un gran interés ya no sólo por el misterio que su sensible pintura entraña, sino por el enigma de una vida que discurre a la par que una obra críptica.

El mágico realismo de Andrew Wyeth