En él su autor, Linus Pauling, un brillante científico que ocho años antes había recogido el Premio Nobel por sus trabajos en química, afirmaba que elevadas dosis de vitamina C eran capaces de prevenir el resfriado.

La vitamina C o ácido ascórbico, es un micronutriente imprescindible para el crecimiento o desarrollo de tejidos dada su intervención en la reparación de éstos. Además, contribuye como antioxidante previniendo el daño de los radicales libres. Son las frutas y verduras la principal fuente de la vitamina C, aunque en farmacias se venden suplementos de ésta.

Tras más de 30 años de estudios, en la búsqueda de la afirmación de Pauling, la comunidad científica no ha encontrado evidencias que apoyen sus afirmaciones. La Universidad de Hardvard, uno de los centros universitarios de mayor prestigio y producción académica, revisó en el año 2017 los trabajos de Pauling. La conclusión fue que no existe evidencia científica ni relación apreciable entre el consumo de vitamina C y la resistencia frente al rinovirus, agente causal del resfriado. La única excepción fueron los deportistas, que consumen cantidades constantes de ácido ascórbico, y sí se pudo observar una probabilidad inferior de contraer un resfriado en este grupo.

¿Por qué ha sobrevivido tanto el mito si no existe ningún tipo de evidencia que lo corrobore? La mano que escribió y publicó esta afirmación era un reciente ganador del premio con más reconocimiento a nivel mundial, el Nobel. Además, la comercialización de un producto cuya producción es tan barata, bajo esta excusa se convirtió en un negocio muy rentable que parecía apoyar aún más la mentira publicada.

Aún padeciendo igual el resfriado, la ingesta de vitamina C es necesaria para nuestro organismo. El déficit de ella puede llegar a generar escorbuto, enfermedad producida por la carencia de vitamina C y que conlleva úlceras y hemorragias en las encías así como problemas hematológicos.