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Deng Xiaoping: el gran reformador

Deng Xiaoping: el gran reformador
Sus medidas lograron que el país oriental volviera a ser una pieza clave en el complejo tablero de las relaciones internacionales.

Cuando a menudo se habla de la construcción y desarrollo de la China contemporánea en occidente, el primer nombre que salta a la palestra es el de Mao Tse-tung, figura sumamente controvertida y responsable tanto de grandes logros como de espantosas tragedias en lo que respecta a la conformación de la República Popular.
No obstante, menos reconocida es en comparación la figura de Deng Xiaoping, responsable en última instancia del enorme salto económico que dio el gigante asiático tras años de discutible gestión maoísta.

Después haber sido sofocada la tristemente célebre Revolución Cultural, movimiento de masas fomentado por un sector del Partido Comunista de China como pretexto para purgar internamente la organización en aras de un próximo golpe de estado, Deng Xiaoping, quien había sido destituido en dos ocasiones por disentir con la línea oficial del Partido, regresó a la arena política una vez más para enfrentarse al enorme estancamiento que por entonces sufría la economía de su país.

Esto lo condujo a que, tras haber sido elegido en 1978 como presidente del Partido, protagonizara el viraje histórico que sentaría las bases del modelo que hoy se conoce como «socialismo de peculiaridades chinas».
Bajo la consigna «4 modernizaciones», con la que se pretendía profundizar en el desarrollo de la industria, agricultura, ciencia y defensa, se emprendieron tímidas reformas que avanzaron hacia la dirección de una economía de mercado regulada en última instancia por el propio estado.


Su administración llevó a la práctica la descentralización de poderes, con lo que se concedió una mayor autonomía a las empresas para que estas pudieran desarrollar una gestión más adecuada de sus propios recursos y, de este modo, maximizar los beneficios:

«Dejar que una parte de la gente se enriquezca antes que el resto y unas regiones antes que otras» fue el aforismo que sintetizaba esta idea.

Los resultados obtenidos fueron enormemente positivos y lograría el aumento de la producción a niveles nunca vistos.


No obstante, los problemas en materia económica no eran los únicos que se situaban Deng en su punto de mira.

Su preocupación por la delincuencia, abusos de poder y casos de prevaricación perpetrados por los políticos de altas esferas le hizo dirigir contra estos una vehemente campaña anticorrupción, llegando a afirmar que «los que trasgreden los estatutos deben ser expulsados del partido; los que delinquen deben tener las sanciones legales».


En el año 1997, el conocido popularmente como «el Pequeño Timonel» fallecía retirado de la primera línea política, dejando tras de sí ya no un país con décadas de atraso, sino una incipiente potencia que jugaría un rol fundamental en el mundo del mañana.


 

Deng Xiaoping: el gran reformador