Tagore y la delicada pluma de un poeta

La dilatada carrera del autor hindú fue reconocida con la concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 1913
 

Fue durante el mandato del Raj británico en la India que este desconocido gigante de antiguas y exóticas tradiciones alumbraría a una de las figuras de mayor peso en el ámbito de las artes y humanidades de la historia de oriente.


Rabindranath Tagore (Calcuta, 1861) nació en el seno de una familia aristocrática adscrita a la casta de los brahmanes, una de las más opulentas y pudientes según el sistema de clases indio.


Debido a las extensas y diversas labores que ocupaban el tiempo de sus progenitores, el joven Tagore sería criado por el servicio del hogar, instruyéndose en las ancestrales creencias del hinduismo.


La compleja coyuntura familiar forjó a un muchacho solitario e introvertido aunque cultivado en numerosas doctrinas filosóficas y disciplinas artísticas.


Su pasión oculta por conocer el mundo que le rodeaba y la necesidad de canalizar semejante impulso se tradujo en dos actos que supusieron a su vez dos puntos de inflexión:
La petición a su padre, Devenranath Devi de acompañarle en los 4 meses que duraría un viaje que realizaría próximamente y la escritura de su primera poema Flores Silvestres.


La experiencia de aquella travesía estimuló la percepción de Tagore hasta niveles nunca vistos gracias a su contacto con un mundo desconocido hasta entonces.


Sin embargo, su padre, en aras de dotarle de un brillante futuro laboral lo envío a Inglaterra a cursar la carrera de derecho.
La profunda añoranza hacia aquellas lejanas y místicas tierras en las que se había criado obligó al poeta a abandonar el país sin completar sus estudios en 1880.


Más pronto que tarde, huyó del hogar familiar para establecerse por su cuenta y reemprender un desempeño literario inspirada en la obra del romanticismo inglés, muy deudora de Percy Shelley.


De esta época data Manasi (1890), poemario que inaugura una producción que poco a poco se entreteje con los rasgos autóctonos de la poesía hindú, acercándose cada vez más a la obra del legendario lírico Kalidas.


Su defensa de las formas tradicionales hindús se convirtió pronto en la defensa de la identidad y soberanía nacional de la India, puestas en entredicho por el mandato británico.


El tímido acercamiento del autor a la política se desvaneció rápidamente ante el desprecio generalizado de su posición, basada en la revisión de algunos de los aspectos más polémicos de la cultura patria y la adopción de aquellos rasgos occidentales considerados «en sintonía» con la idiosincrasia nacional.


Tremendamente afectado por no haber podido extender sus posiciones, se refugió en Santiniketan, donde fundó una escuela movido por sus convicciones humanistas de amor universal.


En ella depositaría lo mejor de sí mismo sin por ello descuidar su producción literaria, donde ahora destacaría con Samaran (1902) y Kheya (1906).


Él mismo se encargó de traducir sus poemas del bengalí –lengua en la que adquirió un dominio fastuoso– al inglés y, gracias a esto, alcanzaría su cumbre al hacerse con el Nobel de Literatura mediante su poemario Gitánjali (1910).


Con su lírica, Tagore no sólo logró consolidarse como uno de los autores de referencia en lo que a la poesía universal se refiere, sino también disponer su obra como vía de difusión para un mensaje comprometidamente humanista.