Arturo Fuentes Cabrera
Arturo Fuentes Cabrera

CON ESTE PALO ME BASTO

El palo de Pedro

El palo de Pedro

Pedro tiene un problema. Cataluña tiene otro. Y ni uno tiene la solución para contentar a los segundos, ni los segundos tienen la capacidad de inventar una maniobra para sustentar su confianza en el primero.

 

El problema es abrupto, como un callejón sin salida pero con piedras rocosas que, una vez que se superan, son imposibles de volver a recorrer. El conflicto catalán, ahora si es tal, antes no lo era. Hace un tiempo solo se discutía ideológicamente desde las antípodas y con el único aliciente de una comunidad que quería cada vez más dinero del estado y ante la que todos los presidentes de la democracia española, ya sea por un motivo u otro, se arrodillaban. Ahora, cuando la violencia llega a las calles y a los exaltados que utilizan la ineptitud de sus políticos para intentar asaltar el Parlamento Catalán o las comisarías de los Mossos, sí que podemos hablar de conflicto.

Cataluña es un fuego que se encargó de encender la democracia parlamentaria y la necesidad imperiosa de gobernar, de algunos de nuestros presidentes, por encima de los intereses comunes. Es un fuego avivado por la leña del reparto de poderes de las comunidades autónomas. Las chispa es la ignorancia, el analfabetismo de buena parte de la calle, el populismo hecho bandera con estrella. Y la gasolina es la extrema derecha catalana disfrazada de política social, progresista y popular, mientras se aburguesa en las trincheras de un despacho o de la protección del destierro.

Los políticos catalanes, sin ninguna intención de que sea verdad, se han querido convertir en los amigos del pueblo catalán. Decía Lincoln que “si quieres ganar un adepto a tu causa, convéncelo primero de que eres su amigo sincero”. Y eso pasa en Cataluña, una bomba de estallido prolongado y retardado. Es como el cañón de una montaña. En un lado del abismo la derecha más rancia, representada por los clásicos partidos de la burguesía clasista catalana, y en el otro el populismo disfrazado de progreso y de izquierda. En el fondo saben que se necesitan uno al otro. Pero el único punto de encuentro es en el fondo del vacío. Y allí están cayendo, y con ello arrastrando a todos los catalanes.

Y mientras, Pedro, ajeno a todo. Sonriendo desde su Falcon con sus impolutos trajes viendo cómo se deteriora aún más la situación que Mariano tampoco fue capaz de atajar, por mucho que disfrazara de artículo 155 una acción judicial tan necesaria como comedida.

Pedro tiene un palo con el que gobernar, como lo tuvo su tocayo “de Meneses” hace seis siglos. Pero a Pedro no le basta, ni le conviene. El palo lo tiene Cataluña, lo tiene su amigo Pablo y lo tienen los vascos. Pero Pedro no lo tiene.

Por ello, el panorama se presenta interesante. ¿Será capaz Pedro Sánchez de ceder al chantaje del independentismo? ¿Viviremos otra pantomima en Cataluña sin intervención de los poderes fácticos? ¿Serán los Mossos quienes, hartos de todo, rueguen que la situación por fin acabe? Lo veremos. Lo que está claro es que no va a ser fácil. Cataluña está más que dividida, rota, herida de gravedad, y solo puede ser salvada por los catalanes sensatos, que son mayoría. Necesita de un buen interventor, un cirujano de delicado pero firme pulso. Y Pedro no lo es, como Mariano tampoco lo era.

El palo de Pedro