DANIEL RODRÍGUEZ CASTILLO
DANIEL RODRÍGUEZ CASTILLO

PASEN: LÍNEA DE POLICÍA

Recuerdos personales y profesionales de mi tierra, Ceuta.

Recuerdos personales y profesionales de mi tierra, Ceuta.
Un día como hoy, 14 de marzo. Año 1976. Domingo a la 13:00 horas. Lugar, Hospital Militar de Ceuta…llegué a este mundo de la mano de mis padres, Enrique y Asunción, y cómo no, de la de mi hermano, Quique, que ya cogía mis pequeños dedos para protegerme y guiarme.

Crecí junto a mi familia, la cual adoro, en la Barriada Los Rosales, donde jugaba por sus calles con mis amigos de “La Plazoleta”.

 

Estudié en el C.E.I.P. Juan Carlos I, destacando desde temprana edad en los deportes, no así en los estudios, que se me daban regular (menos mal que tenía constancia). Al contrario que mi hermano, para él era un paseo por las nubes…es por eso, que desde muy pequeño, mi padre ya forjaba mi personalidad a base de esfuerzo y dedicaba mi tiempo a entrenar duramente. En Atletismo, Piragüismo (Club Los Delfines), o en Taekwondo (Club Olimpic). Mi madre lo pasaba mal viéndome competir, pero siempre tenía su apoyo. Recuerdo cómo cosía mi nombre en mis camisetas de correr u otras cosas que frecuentemente le pedía que me hiciera.

 

La juventud la pasé estudiando en el I.E.S. Siete Colinas, e idolatrando (a día de hoy lo sigo haciendo) a mi hermano Quique. Lo veía con admiración (y lo sigo admirando). Me encantaba verlo desfilar con la banda de música tocando el Bombardino, conduciendo “su” Virago, cantar con su guitarra y sobre todo con su comparsa (la del Mixto). Me hacía vibrar y presumir con orgullo de hermano.

 

Seguí creciendo, y estudié en la Escuela de Magisterio. Estando en la Universidad, comencé a labrar mi andadura con el amor de mi vida, Carolina (también caballa), la cual no me hacía mucho caso al principio, pero finalmente conseguí enredarla. La veía tan bonita y dulce, que merecía la pena luchar por ella…

 

En el año 1.998 realicé el servicio militar obligatorio en el Acuartelamiento del Monte Hacho. Pude librarme por prórroga de estudios (el ejército ya se estaba profesionalizando y la obligación de hacerlo estaba en su última etapa), pero quise vivir la experiencia y aprovecharla.

 

Entre tanto y tanto, permanecía embriagado por los cantos de sirena de mi tierra y por su aroma. Toda la sangre que corre por mis venas, hasta la última gota, tiene los colores blanco y negro, como su bandera. Y mi corazón lleva clavados los cinco escusones de su escudo.

 

Llegó el día en el que se puso ante mí la oportunidad de ser Policía Local de mi ciudad. Corrían tiempos de delincuencia desmesurada y de una plantilla precaria para dar respuesta a los nuevos acontecimientos. Todo ello hizo, que se ofertaran un gran número de plazas como “plan de choque”. Al principio, dudaba. No sabía si presentarme. Pero tenía a mi alrededor al mejor equipo. Mi familia y sobre todo mi mujer, decantaron la balanza hacia el lado afirmativo.

 

Diciembre de 1.999, comenzó mi andadura en la Academia de la Policía Local de Ceuta, junto a mis compañeros de promoción, a los que, desde estas líneas, les mando un grato recuerdo. Compaginábamos horas de estudio con prácticas en la calle, patrullando junto a los veteranos. Un honor haber podido vestir su uniforme.

 

 

Tuve la inmensa fortuna de coincidir con mi padre, él estaba en sus últimos años de servicio activo y yo en mis primeros. Pero salir de la misma casa, con el uniforme puesto a cubrir las mismas horas, él como Policía Nacional y yo como Policía Local, no tiene precio. Ver a tu maestro a pie de campo, no tiene parangón.

Ceuta tiene puerto, frontera y cierta particularidad, que le hace convertirse en la mejor escuela para un Policía. Mi experiencia se ha forjado a base de servicios, y me ha ayudado enormemente a abordar los que realizo en mi actual destino: Los Barrios (Cádiz). Mis vivencias policiales en Ceuta, han apuntalado mi profesión de tal manera, que me ha permitido crecer con un respaldo que ni se compra ni se estudia. Si a eso le añades, poder fijarte en el mejor (mi padre), y tener como mando de mi Unidad (en aquel momento), al Sargento Sorroche (íntegro y formado), que hace que aprendas el camino correcto, tienes todos los ingredientes necesarios para cimentar una base sólida que permita crecer al árbol sin dobleces que le distraigan. También tuve la suerte de rodearme de buenos compañeros enamorados de su profesión, que me enseñaron y ayudaron (con ellos me compré mis primeras herramientas de trabajo: defensa extensible ASP, linterna Surefire 6p, mochila 5.11, guantes anticorte, etc...Material que desconocían que existiera cuando llegué a mi destino actual. Los Policías de Ceuta siempre han estado muy adelantados a su tiempo y se han tenido que adaptar a las circunstancias forzosamente, ya que el trabajo que se desempeña así lo requiere).

 

Estuve inmerso en intervenciones donde se produjeron tiroteos, redadas, robos, persecuciones, manifestaciones, controles, motines en el Centro de Menores San Antonio o Punta Blanca, barriendo lugares como El Príncipe, Juan Carlos I o Pasaje Recreo Alto, narcotráfico, extranjería, reyertas, detenciones de individuos que se convertían de repente en una muchedumbre que intentaba impedir la misma usando palos o queriéndose llevar el vehículo implicado en un accidente porque carecía de documentación o al herido porque la ambulancia tardaba más de lo deseado, actuaciones en las que llovían las piedras y estas impactaban en nuestros vehículos oficiales o en nuestros cuerpos, etc.

 

Mi estreno, como en las películas. Una mujer que había fallecido por causas naturales en su domicilio de Miramar bajo, y tuvimos que entrar en la vivienda rompiendo la puerta porque los vecinos alertaron de que hacía tiempo que no la veían y se desprendía un olor nauseabundo de su interior. Estaba tumbada en la cama y el cuerpo se encontraba en avanzado estado de descomposición. La casa estaba llena de sangre por suelos y paredes. Por lo visto, se cortó en la cocina antes de sentir la muerte y agonizando pudo llegar hasta su dormitorio. La imagen fue dantesca para un Policía recién salido del cascarón. Después he experimentado muchos más episodios desagradables, pero ese en concreto, me enseñó que mentalmente es necesario asimilar lo vivido y saber desconectar.

 

Puedo retroceder en el tiempo por ejemplo, y trasladarme a los atentados cometidos en Estados Unidos el 11 de Septiembre del 2001. En aquél momento, y en los días posteriores me tocó de servicio y durante mi jornada laboral, viví episodios de apoyo y enaltecimiento a dicho atentado y a su líder. Fueron días de mucha conmoción, en los que trabajamos inmersos en un sentimiento de consternación muy profundo. Fue un golpe muy duro de digerir. En ese contexto, nos encontramos con unos pocos (afortunadamente) indeseables, los cuáles festejaban dicha masacre en plena calle, realizaban pintadas a favor de Osama Bin Laden, quemaban iglesias y sinagogas (Templo de culto de la comunidad Judía) o impactaban huevos en sus fachadas…por todo ello, se tuvo que disolver concentraciones improvisadas donde mostraban con gritos, bailes y cantos su alegría por la comisión del devastador suceso; así como vigilar de forma directa, estática y permanente, todos los centros de culto del resto de religiones que cohabitan en la ciudad de Ceuta.

 

Otro servicio que recuerdo por su atipicidad pionera y porque me invade sentimientos encontrados (me explico), es la detención de tres individuos que vinieron desde tierras andaluzas a nuestra ciudad a pasar droga. Precisamente mi Padre, me estuvo instruyendo en la detección de ese tipo de delitos y sus autores. Y ese día, puse en práctica lo aprendido. Me dispuse a realizar un dispositivo estático de control de personas y vehículos en las cercanías del Puerto junto a mi binomio. Estando inmerso en dicho dispositivo, observamos a tres personas que nos llamaron la atención y los identificamos. Nos manifestaron que habían venido a Ceuta desde Chiclana a comprar un coche, pero claro, ante las preguntas indagatorias que les realizamos, comprobamos que existían numerosas lagunas y contradicciones, además de respuestas dubitativas y nerviosas. Finalmente se procedió a la detención de los tres. Uno de ellos transportaba droga en el interior de su organismo (se les llama “culeros” coloquialmente hablando. Nos dijo que se había tragado 45 bellotas de hachís, pero finalmente fueron 125 las que expulsó. Más de 1,5 kg. Era una persona muy corpulenta y cercana a los 2 metros de altura), y a los otros dos, les pesaba una orden de búsqueda, detención e ingreso en prisión. Esa actuación era novedosa dentro del cuerpo de la Policía Local, porque no era habitual realizarlas, y menos aún por aquél entonces. La contradicción vino después. En los reconocimientos anuales, vimos cómo a otra patrulla se les reconoció la detención de un individuo que portaba droga (servicio posterior al nuestro y de cantidad incautada parecida), con un Galón de Mérito, y a nosotros (que no solo habíamos detenido a un individuo que transportaba droga en su interior, sino que también en la misma intervención se detuvo a otras dos personas que tenían orden en vigor de detención e ingreso en prisión), con una simple felicitación. Nos quejamos, pero no sirvió de nada. Nos dijeron que había habido una confusión en el informe realizado por el Jefe de turno y que lo iban a solucionar…pero se quedó guardado en el cajón del olvido. Siento que me lo robaron, y me duele enormemente, no tener ese recuerdo de mi trabajo en Ceuta y de no poder lucir en mi actual uniforme ese reconocimiento de mi tierra.

Si sigo echando la vista atrás, un servicio muy bueno pero que no tuvo repercusión ni fue reconocido, ya que lo camuflaron, porque ello podía haber supuesto un conflicto político importante y no convenía pasar por ello, fue la incautación en la Playa del Sarchal de una embarcación semirrígida destinada al narcotráfico, con potentes motores y atestada de petacas de gasolina. El caso es que nosotros pudimos aprehenderla, no sin esfuerzo, dificultad (por lo abrupto del terreno) y riesgo (porque los vecinos de la zona nos recibieron a pedradas), apareciendo la verdadera sorpresa justamente después. Una patrullera de la Policía Marroquí (que supuestamente venía en persecución), se adentró en aguas españolas y llegó hasta la misma playa (es decir, cruzó Ceuta de punta a punta). Pero no se quedaron ahí, al vernos a nosotros en la orilla con la embarcación (perfectamente uniformados e identificados), nos apuntaron con ametralladoras y con fuertes gritos pretendían que nos alejáramos para llevarse ellos la goma, para robárnosla, intimidándonos y amenazándonos con disparar. Nosotros subimos a la embarcación y desenfundamos nuestras pistolas (poco podían hacer contra las armas automáticas que tenían delante), y les hicimos frente. Hubo momentos de mucha tensión, en los que si se llega a escapar una detonación de una de las partes, podría haber ocurrido una desgracia. Finalmente, se fueron como vinieron. Sin nada. Pero la realidad fue, que unos Policías Marroquíes navegaron por aguas españolas sin permiso, llegaron hasta la costa y encañonaron con amenazas de disparar a varios Policías españoles (me gustaría saber qué hubiera pasado en caso contrario: Policías españoles haciendo eso en Marruecos). En cualquier caso, unos pocos Policías Locales, defendieron con dignidad y honor el principio de autoridad, así como la soberanía de su país.

 

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El caso de violencia de género que más me ha impactado hasta la fecha, también lo he vivido en Ceuta. Un hombre había propinado numerosas cuchilladas a su mujer, y esta se había defendido con las manos. Sus palmas (independientemente de otras partes del cuerpo) presentaban cortes tan profundos que daba miedo mirarlas. Los gritos de dolor que espetaba en el hospital cuando le estaban interviniendo los médicos, eran desgarradores. La detención del “animal”, se produjo en el interior de una Chabola en mitad del campo, sin luz y cuyo autor se negaba a salir de ella. Tuvimos que entrar y sacarlo a la fuerza. Se pueden imaginar la situación.

 

He colaborado junto a otras Unidades Policiales de diferentes cuerpos como el Grupo de Reserva y Seguridad (G.R.S.) de la Guardia Civil o la Unidad de Intervención Policial (U.I.P.) del Cuerpo Nacional de Policía, en numerosas ocasiones. Realizando controles conjuntos o en apoyo de diferentes intervenciones. Pero la que más me gustó por su complejidad, fue la toma literal de la Barriada de El Príncipe (fletaron numerosos barcos con cientos de Agentes provenientes de la península para ese momento), para la reconstrucción de los hechos relacionados con la muerte a tiros de una persona, y donde hasta los Jueces, iban provistos de pasamontañas. También disfruté policialmente hablando, con la macro-operación desarrollada para la incautación de una gran cantidad de embarcaciones relacionadas con el narcotráfico, en detenciones de personas que se encontraban en busca, y no dormían dos veces en la misma casa, tenía un séquito que le hacía vigilancias para no ser detenido e intentaba huir por las azoteas cuando los Agentes se adentraban en la casa en la que pernoctaba en ese momento o en despliegues desarrollados para custodiar el Ayuntamiento que corría peligro de invasión por parte de manifestantes que se encontraban concentrados en sus puertas y con la U.I.P. en un escalón de reserva.

La Frontera y el polígono de El Tarajal, también me dieron mucho trabajo. Uno de los servicios que más impotencia me provocaron, fue la huida de un vehículo matrícula marroquí que subía a El Príncipe y se adentró en un Dispositivo Estático de Control que teníamos montado, dándose a la fuga a gran velocidad dirección Frontera. Se inició la persecución y logramos alcanzarlo justo en el paso fronterizo. Como tuvo que parar, descendí del vehículo policial y desde la ventanilla del conductor le conminé a que retirara las llaves de arranque. Todo fue muy rápido. El caso es que aceleró sin importarle la gente que hubiera delante ni los Agentes del Cuerpo Nacional de Policía que se encontraban desarrollando su labor en dicho lugar y que no se percataron a tiempo…me enganché a su ventana y medio corriendo, medio en volandas (la cantidad de peatones que había le impedía ir más de prisa), le lanzaba golpes para intentar detenerlo, adentrándose en lo que se denomina “Tierra de nadie” una vez pasado el Puesto Fronterizo Español (por aquél entonces no tenía las medidas de seguridad que actualmente tiene). Allí nos encontramos con cientos de personas que andaban dirección Ceuta, un tumulto tan grande y con un individuo cada vez asumiendo más riesgos, que tuve que desistir y dejarlo marchar para que no se produjera un atropello masivo y ciñéndome a los principios básicos de actuación de congruencia, oportunidad y proporcionalidad, así como a la premisa de “no provocar un mal mayor al que se pretende evitar”. El motivo de tan arriesgada fuga, nunca llegué a conocerlo. Pero presumiblemente, iría cargado de hachís.

 

Uno de mis primeros servicios en los que estaba todavía muy verde por motivos obvios, y que me enseñó la importancia de incautar los efectos del delito, fue una agresión de violencia de género en un piso de Miramar alto. A nuestra llegada después de ser requeridos mediante llamada telefónica a la Central, nos encontramos con una mujer que corría despavorida saliendo de su casa, y detrás de ella persiguiéndola, un hombre esgrimiendo un bate de béisbol. Lo intercepté y me puse delante frenando su carrera. Abrí mi defensa extensible y me puse cara a cara con él. Gritaba y hacía el amago de querer lanzarme un golpe. Terminó reaccionando con violencia golpeando el bate contra el suelo y rompiéndolo por la mitad. Después lo recogió y lo tiró a una papelera que tenía al lado. Yo nunca perdí el control de la situación y me mostraba seguro de mí mismo. Una vez detenido y trasladado a dependencias policiales, el instructor de las diligencias de la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, me preguntó “¿y el bate?”…allí se quedó, en la papelera (tuve que ir a por él). Desde entonces, ya no se me olvida incautar o asegurar ningún objeto, arma u otra circunstancia, relacionada con un hecho delictivo.

 

Las redadas para detener a grupos de migrantes que se escondían entre las escolleras de los Muelles de Poniente o Muelle Alfau, después de cometer diferentes robos y guardar los objetos sustraídos en dicho lugar, también eran frecuentes.

 

Una vez, tuvimos que disolver una sublevación considerable en el Centro de Menores San Antonio, allí los residentes habían agredido a los monitores y estaban ocasionando graves desórdenes en su interior. Cuando llegamos, estaban quemando los colchones y rompiendo el material. Saltando los muros o corriendo por los tejados. Nos hicieron frente con utensilios de cocina, cogían tapaderas de ollas a modo de escudo y cuchillos o palos. Tuvimos que emplearnos a fondo. Un menor, rompió una ventana delante de mí y cogió dos esquirlas de cristales de grandes dimensiones y se abalanzó para clavármelos. Tuve que ser muy contundente en el uso de la defensa reglamentaria y repeler dicha agresión. Detenido, lo llevamos al Hospital para que fuera curado de las contusiones que presentaba. Tenía las marcas de los golpes que tuve que propinarle con la defensa y había que garantizar su derecho a asistencia médica. En dicho Centro, existía un marroquí que ejercía de líder y nos ayudaba a la hora de hacer de intermediario o de intérprete. Ya destinado en Los Barrios (Cádiz), en el año 2003, pude ver por las noticias cómo esa misma persona, había matado a una educadora de Mensajeros Por la Paz, en un Centro de Menores de Zamora, así como hirió gravemente a un taxista al que atracó clavándole una navaja en el cuello. Llegó a la Península a través de un programa de inserción de jóvenes marroquíes que se encontraban en el Centro de acogida dependiente de la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Ceuta. Me sorprendió bastante, la verdad.

 

En muchísimas actuaciones tenía que oír de forma amenazante: “ya te cogeré de paisano”. No soportaba que se creyeran que me sentía superior por tener uniforme o que sin él no era nada. Somos personas. A la misma altura. Ni más, ni menos. Ni mejores, ni peores. Con uniforme, y sin él. El respeto y la educación, tiene que ser mutuo. Por eso, cuando llegaba a mi casa después del servicio, me quitaba la ropa de trabajo y me vestía con ropa de calle, decía que tenía que salir un momento y buscaba al que me había amenazado anteriormente, me ponía delante de él y le decía: aquí me tienes, de paisano…guste o no, representamos a la ley que debemos defender, y hay quién no asume las consecuencias del incumplimiento de la misma. Si destilaran el fondo y supieran separar lo personal de lo profesional, así como reconocieran los errores cometidos que conlleva a una actuación de los titulares de la función pública, viviríamos en un mundo mucho mejor.

 

La gran cantidad de juicios a los que asistí por las actuaciones realizadas, fueron otro foco importante de aprendizaje.

 

Viví episodios de atentados propios o a compañeros, tales como puntos de sutura por cortes, amenazas, fractura de cráneo por el impacto de una piedra, lanzamiento de tapas de alcantarilla desde una altura de más de 4 metros al paso del vehículo policial provocando daños considerables en el mismo que si llega a coger un brazo lo arranca de cuajo, fractura del tabique nasal y otras lesiones cuando se practicaba deporte o se salía de paseo en el tiempo libre, siendo atacados por un grupo que reconocía, esperaba y asaltaba; neumáticos rajados, fractura de cristales o directamente quemados de forma intencionada de vehículos particulares, vehículos oficiales tiroteados al paso por un determinado punto, emboscadas con quema de contenedores o vehículos robados como reclamo, etc…incluso todavía guardo en mi memoria, una intervención en el paso de peatones del C.E.I.P. Santa Amelia, en el que se originó un altercado de tal magnitud, y en el que participaron hombres, niños y mujeres que se tiraban al suelo gritando, que uno de los Policías que intervinieron, de mi promoción y proveniente de Sevilla, dejó el cuerpo tras lo sucedido y regresó a su ciudad.

 

Y claro, en ese contexto, en el que trabajas en el mismísimo lugar en el que vives, sin más opciones que aceptarlo y asumirlo, se hace necesario que florezca la raza para no hacerlo con miedo y que este afecte a tu labor…algo que no está exento de complicación.

 

Por eso, desde estas líneas, profeso a mis compañeros Ceutíes, mi más profunda admiración…y mi orgullo de haber pertenecido a su plantilla y haber podido ayudar y proteger, aunque sea un poco, a mis paisanos. Mi amor por la profesión, es un sentimiento que nació en Ceuta, y eso no lo olvidaré jamás. He disfrutado mucho con todo lo vivido allí.

Actualmente sigo manteniendo contacto con ellos, de hecho, gracias al Subinspector Galván y a los miembros de la Unidad de Intervención Rápida (U.I.R.), he sido invitado para realizar los cursos de la Unidad en varias ocasiones (y espero seguir realizándolos en el futuro), pudiendo llevarme conmigo a mi equipo del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (G.O.A.P.) de la Policía Local de Los Barrios (Cádiz), el cual ha podido ver in situ, cómo trabaja la Policía Local de Ceuta y su profesionalidad, siendo muy grato para ellos (y para mí), tanto el aprendizaje recibido, como la acogida.

 

En fin, numerosos servicios e intervenciones en los que he estado inmerso y han guiado mi carrera. Hoy ejerzo mi profesión en otro municipio. Y les puedo asegurar, que mi experiencia en Ceuta ha marcado mi devenir futuro.

Dicen que un buen Policía nace y se hace…y desde luego, haber desarrollado mi trabajo en Ceuta, ha sido uno de los ingredientes que han permitido, que la segunda cuestión (hacerse), se haya cumplido con creces.

 

Hoy, gracias a esta revista, puedo seguir vinculado policialmente a mi tierra. Y puedo aportar mi granito de arena, para ayudar con mis artículos a los compañeros que los lean.

 

GRACIAS CEUTA, por todo lo que me has dado…y me sigues dando.

Recuerdos personales y profesionales de mi tierra, Ceuta.