'Una historia de amor'.
'Una historia de amor'.

Una historia de amor, como todas, como ninguna, para crecer, para creer

Una historia de amor, como todas, como ninguna, para crecer, para creer

Este pasado fin de semana cerraba temporada ‘Una historia de amor’, una obra de teatro del exitoso director francés Alexis Michalik. Las protagonistas, las televisivas Aura Garrido y Silma López. Atentos a sus teatros más cercanos, que a la vuelta de verano confían en regresar. 

Series como el Ministerio del Tiempo dieron a conocer al gran público a la actriz Aura Garrido. Hija de un compositor de orquesta y de una pintora parecía evidente que llevaba el arte en la sangre. La serie Valeria, una adaptación de los libros de la escritora valenciana Elísabet Benavent, sirvió de trampolín a la fama a la actriz Silma López, que interpretó en esta serie de Netflix a la atrevida Lola.

Ambas actrices dejan la fama en la puerta del camerino para volver a sus orígenes, a donde han crecido, a las tablas del teatro. Y lo hacen metiéndose en la piel de Katia e Inés.

La historia (de amor) comienza como todas las historias de amor: un clásico de los ‘bollodramas’: chica lesbiana conoce a chica heterocuriosa que acaba rendida ante los encantos del lesbianismo. Sigue con los tópicos (tópicos ciertos) de las parejas de mujeres: al mes, el cepillo de dientes; a los dos meses, se van a vivir juntas.

‘Una historia de amor’, escrita por Alexis Michalik, el ‘niño maravilla’ de la escena francesa, prosigue contándonos. Y lo hace en su punto álgido con la búsqueda de aumentar la familia: la búsqueda del bebé.

Pero como la vida, la obra es un constante ir y venir de muchos inesperados (y algunos esperados) giros que dejan en evidencia que ni el amor es solo amor ni la vida es siempre rosa. El mito del amor romántico, indiferentemente de si es entre hombre y mujer o entre mujer y mujer o entre cualquier otra variante, no deja de ser eso: un mito del romanticismo y de la idealización de la pareja. Y en ese momento de montaña rusa del amor, ¿cuánto somos capaces de dar -de darnos- por otra persona, por la persona? ¿Hasta cuánto estamos dispuestos a entregarnos y a entregar? ¿Dar sin juzgar consecuencias?

La obra va poniendo sobre la mesa -sobre el escenario- esas sensaciones que nos llegan al crecer en una pareja: los miedos, los desplazamientos durante el embarazo o la llegada del hijo, los egos, las autocríticas... Si una cosa destaca (y se agradece) es que no tratan el lesbianismo como el hecho. No ponen en el centro el ser una pareja homosexual, sino que lo son y punto, y le pasan cosas, cosas iguales o cosas diferentes a las parejas heteroexuales, y de esas cosas se habla, esas cosas se viven.

En otro de los giros, de esos tan negros que a veces da la vida, aparece la enfermedad, y ante ella, nos volvemos fuertes e invisibles, que no (siempre) invencibles. Y aparecen de nuevo los miedos, las renuncias, el crecimiento y la toma de decisiones.

El teatro nos atrapa porque nos representa y nos plantea siempre más preguntas que respuestas. Nos hace olvidar a ratos pero sobre todo nos hace pensar más, recordar más, llorar más, reír más. Entender y cuestionarnos más.

Aura Garrido y Silma López no están -pese a su intachable presencia- solas en el escenario. Como en la vida, a su lado caminan otros seres con sus luces y sus sombras. Una niña inteligente y culta que rompe los estereotipos de la adolescencia. Un hermano escritor que lucha con las constelaciones y herencias familiares, los egos, el sufrimiento, la culpa, la autodestrucción y la esperanza. Una bailarina que da luz no solo a su antagonista sino a todo un escenario sobre el que muestra que, como diría Aute, la vida desde la belleza siempre vale más la pena. “Reivindico el espejismo / De intentar ser uno mismo”.

Actores y actrices que, por cierto, enganchan magistralmente diferentes papeles porque en la vida a veces somos protagonistas y otras tenemos que sacar luz para relucir como secundarios.

La gimnasta Almudena Cid, el eterno Félix Gómez, que a golpe de serie y obra lleva toda la vida regalándonos su talento y su belleza -en ese orden-; las jóvenes y promesas actrices que interpretan a Sol, la pequeña pero gran Teresa Cordero.

El teatro nos regala grandes momentos. Una vez más como la vida. Grandes oportunidades para crecer. Y en este caso, este pasado fin de semana, ‘Una historia de amor’ se nos regalaba cerrando temporada. Pero hagan huecos en las agendas que, tras el verano, prometen regresar. La agenda está abierta. Si tienen la suerte de que pasen por su ciudad (o cerca) no se la pierdan. Aires frescos: inhalar y exhalar.

Una historia de amor, como todas, como ninguna, para crecer, para creer