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'Capitán Fantastic', una película estadounidense que nos invita a reflexionar.

Saborea cada día como si fuera el último; sé osado, pero no te mueras

Saborea cada día como si fuera el último; sé osado, pero no te mueras

Recuperamos ‘Capitán Fantastic’, una película estadounidense dirigida y escrita por Matt Ross en 2016 y protagonizada por Viggo Mortensen, para reflexionar acerca de cómo de unidos estamos a la naturaleza y cuánto, al mismo tiempo, estamos atados al mundo civilizado. 

¿Serían más felices los niños y niñas alejándolos del mundo ‘civilizado’ que conocemos, criándose en el campo? Vivir en plena naturaleza lejos del mundanal ruido. ¿Quién no se ha imaginado así alguna vez en su vida? Romper, cual portazo de Nora, con todo el mundo conocido, embarcarse en una caravana y plantarla en mitad de la nada. Sin luz, ni tecnología (sin móvil ni redes sociales, por supuesto), con el sonido de los pájaros por banda sonora.

¿Sobreviviríamos a lo Mowli? ¿De qué nos alimentaríamos? ¿Qué piensan de la caza y la pesca como nuestro principal recurso para alimentarnos? Y regresando a la crianza de los peques, ¿se criarían entonces más felices alejados del consumismo, ahondando en nuestro ser mamífero?

Este es el escenario que nos plantea una película estrenada ya hace unos años, 2016, pero que llegó a mí en la tarde de este domingo. ‘Capitán Fantastic’, una película estadounidense dirigida y escrita por Matt Ross y con música de Alex Sommers. Protagonizada por Viggo Mortensen en el papel de Ben, narra la historia de un padre de familia, Ben, que junto a su mujer decidieron hace diez años criar a sus hijos en mitad de la naturaleza.

Durante una década, los seis hijos de la familia se crían alejados de la vida moderna y de las comodidades de las ciudades y de la sociedad de consumo, recibiendo por parte de sus padres una educación alejada del capitalismo. Son ellos mismos los que cazan a los animales de los que después se alimentan, hacen deporte de manera extrema para poder sobrevivir en la selva y cantan por las noches alrededor de las fogatas.

No están escolarizados pero saben a rajatabla la carta magna de los derechos humanos y veneran a Noam Chomsky y su enfoque naturalista en el estudio del lenguaje. Practican un modo de vida similar al budismo y leen de manera incansable. Creen ser felices, pero de forma paralela comienzan a suceder varias cosas que les hacen replantearse si estar alejados de lo social les hace mejores personas y les acerca o no a la felicidad.

Una trágica noticia obliga a la familia a dejar temporalmente su modo de vida en la naturaleza y volver a la civilización. A la par, el niño mayor comienza a tener deseos de relacionarse con otras personas, especialmente con las chicas, y uno de los niños medianos se replantea su modo de vida y añora ser menos ‘bicho raro’ y celebrar, como otros niños, épocas tan ‘comerciales’ como la Navidad.

Lo cierto es que la película, que obtuvo la estatuilla a mejor director en el Festival de Cannes, y nominaciones a Viggo Mortensen en los Oscar y los Globos de Oro de aquel año, te invita a reflexionar. Reflexionar sobre cuánto nos hemos alejado de nuestros instintos, pero al mismo tiempo también de cuánto necesitamos las relaciones sociales, estar inmersos en una civilización. (Ya la pandemia del COVID-19 nos ha enseñado también en esa línea cuánto de importantes son para nosotros las relaciones sociales y cómo nos afecta privarnos de ellas, ya sea por vivir en plena naturaleza o por estar en confinamiento domiciliario).

Y al mismo tiempo que invita a reflexionar, la historia es bastante entretenida, ideal para un domingo en familia, desde la comodidad de nuestras casas. Y te deja frases exquisitas como las del discurso que el padre le suelta al niño mayor: “Saborea cada día como si fuera el último; sé osado pero no te mueras”.

Saborea cada día como si fuera el último; sé osado, pero no te mueras