CULTURA CON Q

Trescientos quince años desde la pérdida de Gibraltar.

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Este domingo, 4 de agosto, se cumplieron trescientos quince años desde la pérdida de Gibraltar. Este acontecimiento, clave en la historia de nuestra región, tuvo lugar en una España inmersa en plena Guerra de Sucesión.

La Guerra de Sucesión enfrentó a dos grandes bandos en la disputa por el trono del país. Por un lado, Carlos de Austria y por otro, el Duque de Anjou. La actual colonia británica había jurado lealtad al entonces Duque de Anjou, Felipe V.

Consecuencia de esta lealtad, el peñón se vio enfrentado a todos los países que conformaban la Gran Alianza de La Haya (Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya). El 1 de agosto de 1704, frente a Gibraltar, se posicionaron una flota de angloholandesa con 61 buques de guerra, 4.104 cañones. Al mando de todo este despliegue, el almirante Rooke junto con el príncipe Hesse-Darmstadt.

La importancia de Gibraltar es, principalmente, estratégica. Como ocurre con nuestra ciudad, Gibraltar supone el punto de unión entre el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. Esto sumado a su orografía, hacen de Gibraltar un fuerte bastión con el que controlar la entrada al Mediterráneo.

La dotación militar, que en aquel momento presentaba era muy escasa, apenas 100 hombres con los que se pretendía defender la plaza. Así, la población civil de la ciudad se vio obligada a alistarse y servir. Además, las murallas y demás fortificaciones de defensa se encontraban en mal estado. Sin embargo, nada de esto detuvo al entonces gobernador Diego de Salinas, que dispuesto a defender el Peñón desplegó una todo el equipamiento para defender la plaza.

Resistieron y aguantaron hasta el 4 de agosto de 1704, cuando Gibraltar cayó antes las tropas angloholandesas. Tras la toma se firmaron las condiciones de rendición, en ellas, se permitía a la población abandonar o quedarse, quienes así quisieran, respetándose la libertad de culto. Solo debían jurar fidelidad a Carlos de Austria. Menos de 100 españoles permanecieron.

Aquí comenzó la historia del Gibraltar británico. Poco después de la toma de Gibraltar a favor de la Casa Austria, la reina Ana de Inglaterra ordenó expulsar a la población civil de la ciudad y tomar Gibraltar para la corona británica, contra los intereses de Carlos.

Todo terminó de tomar forma el 13 de julio de 1713, cuando se formalizó mediante el Tratado de Utrecht entre Gran Bretaña y España. En el artículo X de dicho tratado, España cedía a Gran Bretaña «la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno».

Sin embargo, también se decía que «para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el rey católico y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra». Con todo esto se pretendía dar la cesión solo en propiedad, conservando España la soberanía sobre este territorio.

El cumplimiento de este tratado no ha sido el esperado, pues en 1724 los británicos ocuparon el Molino y la Torre del Diablo, terrenos situados en la costa occidental y oriental del Peñón.

España ha intentado a lo largo de la historia volver a tomar Gibraltar, sin éxito. En la actualidad, el Gobierno español sigue reclamando la soberanía sobre Gibraltar. Reclamación siempre rechazada por los británicos.