DEL PASADO SE APRENDE
DEL PASADO SE APRENDE

EXPERIENCIA PERSONAL DURANTE LOS AÑOS 80 EN EL PAÍS VASCO CON EL TERRORISMO DE ETA.

Del pasado se aprende.

Del pasado se aprende.

Daniel Rodríguez Castillo

Responsable del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (GOAP) de la Policía Local de Los Barrios

Experto en Terrorismo Yihadista (currículum profesional al final del artículo)*

 

Publicado en el número 28 de la revista Al-Ghurabá.

https://issuu.com/ciseg/docs/28_esp

Revista de contra-narrativa para la prevención de la radicalización violenta de etiología Yihadista.

 

Del pasado se aprende. No tengo dudas. De ese tiempo, anterior al presente, se extrae la experiencia. La experiencia que te da, haberlo vivido. Aquello que te permite apuntalar tus conocimientos, y que facilita el aprendizaje posterior. La práctica que consolida a la teoría. 

Para hacerse una idea más concreta de lo que aquí detallo, pensemos por ejemplo en el primer “coche bomba”. Seguro que a todos se nos viene a la mente, alguno utilizado por la banda terrorista ETA como el del atentado al Almirante Carrero Blanco. Pues bien, se puede pensar también, que el primero fue un carro cargado de paja, con pólvora y mecha, que prendían y lanzaban cuesta abajo a las líneas enemigas. Fíjense por consiguiente, lo que ha evolucionado ese modus operandi de atentar. Claro está, que igual que nosotros aprendemos de la experiencia, los terroristas lo hacen paralelamente, y mutan. Están en continuo progreso y cambio. Nos tienen que sorprender. Nosotros aprendemos de sus atentados y ellos aprenden de nuestras respuestas a los mismos. Con tantas formas de atentar, como imaginación puedan llegar a desarrollar. Cuando ETA atentaba con bombas lapa, las primeras las ponía debajo del asiento del conductor. Aprendimos, y tirábamos las llaves del coche al suelo para recogerlas y ver si había algo adosado en sus bajos. Entonces los terroristas vieron como procedíamos y cambiaron. Ya no las ponían en el asiento debajo del conductor, ahora en el del copiloto. Y nosotros ya no tirábamos las llaves en un lado, ahora lo hacíamos en los dos…y así un suma y sigue. En la actualidad, nos enfrentamos a vehículos arietes, armas blancas, fusiles de asalto Kaláshnikov o explosivos adosados al cuerpo…y hemos aprendido, o por lo menos estamos en proceso de aprendizaje. Pero no duden, que llegarán tiempos de armas químicas, drones, o cualquier modo de atentar diferente a los que por desgracia, ya estamos acostumbrados. 

Después de haberles hecho esta pequeña introducción, les hablaré de mi Padre. Mejor dicho, le cedo mi asiento y que sean sus dedos los que marquen el teclado para escribir letras, que forman palabras y se traducen en frases y textos…hoy le rindo tributo y haré de telonero. 

Os presento a D. Enrique Rodríguez Albarracín, Oficial del Cuerpo Nacional de Policía, que vivió y trabajó durante los años de plomo en el País Vasco. Un POLICÍA con mayúsculas, donde destacaba por encima de todo por su ACTITUD. Íntegro y honrado. Siempre defendiendo a capa y espada el principio de autoridad ante los que querían quebrantar la ley que representaba. Ayudando sin pensar en las consecuencias personales. Anteponiendo todo al cumplimiento de su servicio público. De su deber. Valiente y profesional. Hombre de honor. Cuando las balas comenzaban a silbar, el compañero siempre que miraba, lo tenía al lado. No estaba ahí, iba ahí. No huía del fuego, corría hacia él. No bajaba escaleras, las subía. No pensaba en perder la vida, pensaba en darla por los demás. Destacó como Policía y como mando en todos los destinos en los que estuvo. Era de esos a los que les gustaba estar en primera línea y que los demás le siguieran. De los que daban la cara. No miraba la contienda desde posiciones reservadas. Era el primero en batirse el cobre. El primero en dar ejemplo. Prefería ir y que marcharan tras él, a mandar a que otros fueran. Por todo ello, yo tengo allanado el camino en mi carrera profesional, porque tengo la estela que me orienta y me guía. 

No les entretengo más, os dejo con su narración. Escrito en primera persona con puño y letra. Espero que disfruten y aprendan, como yo así lo he hecho. El protagonismo hoy, es suyo. 

Un privilegio leerte, Papá… 

 

 

Experiencia personal durante los años 80 en el País Vasco con el terrorismo de ETA. 

“Comienzo este relato en mi aventura y destino en la Región Vasca, San Sebastián (años 80-84), dedicándoselo a mi familia. Ellos son los auténticos protagonistas y los que sufrieron la tortura y el sinvivir de cuatro años de permanencia en ese lugar. Obviamente, narraré lo que considero más significativo, porque no habría suficiente tinta ni papel para describir todo lo vivido, donde los episodios de sangre se sucedían casi a diario. 

Como persona, tenía aspiraciones de ascenso en la profesión, que había escogido y en cuanto pude hacerlo me dediqué a ello en cuerpo y alma. No fue fácil, fue muy duro, ya que hacía mi labor de policía y de trabajo en un taller de mecánica, cuyo dueño era mi padre (yo era el tornero), y sólo podía estudiar durante la noche (la que tenía libre claro). Así durante tres años, durmiendo solamente cuatro horas al día. Finalmente lo conseguí, aprobé las oposiciones al tercer intento. 

Ingresé en la Academia de Canillas (Madrid), el 01/04/80, ascendí al empleo de Cabo en julio del mismo año y me destinaron a la Región Vasca, concretamente a San Sebastián. A los veinte días de estar en mi destino, regresé a Ceuta a buscar a mi familia, después de haber encontrado un piso de alquiler en Irún, localidad que se encuentra a 15 km de la Capital. 

Una vez instalados y al día siguiente, una vecina a la que no conocía de nada, se dirigió a mí con cara de preocupación y muy asustada para pedirme por favor, no pusiera mi vehículo debajo de su ventana, por si me ponían una bomba en el coche y el estadillo alcanzara su vivienda y de paso a ella y a su familia (vivía en un primer piso). En ningún momento se le vio afectada por lo que pudiera ocurrirme a mí, lo que hizo que comprendiera que estaba identificado y localizado por el entorno etarra, pero ¿qué podía hacer?, nada. Solo estar más vigilante y tomar medidas de autoprotección; no valía para nada cambiarnos de residencia, donde fuéramos sería exactamente igual. 

En los dos años que vivimos en Irún no ocurrió nada digno de mencionar, excepto que mi mujer, que se llama Asunción, no se adaptaba. Tuvo un aborto a los cinco meses de gestación. El feto se lo sacaron a pedazos y las consecuencias fueron dramáticas para ella. Ya no podía volver a tener más hijos. Le hacía mucha ilusión un hijo más, no a mí, que accedía a regañadientes a su petición de volver a ser padre y todo se truncó. Los médicos dijeron que se había muerto por un susto que ella recibió. 

No teníamos mucha vida social con los vecinos, tampoco podíamos tender la ropa de uniforme en el exterior para evitar males mayores y lo peor, que apenas dormía. Mi servicio era de 24 horas, es decir, día sí y día no y el libre. Normalmente asistía a manifestaciones, que allí era raro el día que no había, por lo menos, tres a la semana. Cuando regresaba de madrugada, allí estaba mi mujer, en la ventana, esperando mi regreso. Era un sinvivir para ella. Intenté que volviera a Ceuta con mis hijos, pero se negaba rotundamente a mi petición, manifestando que no se separaría de mí, que estaríamos juntos para lo bueno y para lo malo. La verdad es que sin el apoyo de mi familia, creo que hubiera tirado la toalla y habría pedido la baja del cuerpo, retomando mi trabajo en el taller de mi padre como tornero. De hecho, mi carrera profesional, terminó en esa Región. Cuando regresé a Ceuta después de cuatro años, ya no quise más ascensos por miedo al traslado y volver a pasar por los mismo, no yo, mi familia, renunciando a lo que yo más deseaba en este mundo, que no era otra cosa que seguir subiendo de categoría en mi profesión. 

Estando viviendo en Irún, tenía que desplazarme a mi servicio en San Sebastián, con mi vehículo (un Seat 127 matrícula de Ceuta) de color amarillo. Un color muy llamativo para un Policía, pero no había otra, solo rezar para que no sufriera una emboscada o un coche bomba en mi camino. 

En uno de mis desplazamientos hacia el servicio, observé una pancarta en un puente de lado a lado con la leyenda de <POLICÍA ASESINA>, por lo que aprovechando que a la vuelta iba con un compañero, me paré en un extremo de la pancarta para quitarla subiéndome al techo de mi vehículo. La sorpresa para mí, fue que el compañero que también era de Ceuta, salió corriendo diciéndome que estaba loco. Me despreocupé de él y quité la pancarta introduciéndola en el maletero. Cuando arranqué para irme, apareció de nuevo ese individuo cobarde al que tenía obligación de dar conocimiento de su cobardía al ser su superior. En lugar de eso, hice una nota informativa que la entregué junto con la pancarta en personal, en la cual lo mencioné como colaborador de la retirada de la misma. Mi nueva sorpresa, fue que como consecuencia de esa intervención le otorgaron una felicitación personal pública y yo no recé para nada. Pero bueno, nunca me ha importado. Yo era feliz con mis actos y mi conciencia del deber cumplido.

Pasados esos dos años en Irún, me dieron una casa del cuerpo en Trincherpe y hasta allí nos fuimos. Por lo menos tenía vecinos que eran del cuerpo y ya podíamos hacer una vida normal dentro de la anormalidad. A mis hijos (Quique de ocho años y Dani de seis), los escolaricé en esa localidad y puedo decir que se adaptaron pronto y muy bien. No tuvieron problemas, excepto algún caso aislado con algunos de sus compañeros de clase por ser hijos de Policía. Pero nada que pudiera preocuparnos, eran niños y no sabían el alcance de sus palabras. Con los profesores no hubo ningún tipo de problema, ni en Trincherpe, ni en Irún, que también estuvieron otros dos años escolarizados. En esta localidad permanecimos los dos años siguientes hasta mi destino a Ceuta, que fue en julio de 1984. 

Hasta aquí mi relato en cuanto a mi familia se refiere y comienzo a hablar de mi vida como Policía en ese lugar. 

Mi primer destino en San Sebastián, fue como Jefe en los calabozos de la Comisaría del Gobierno Civil. Ese destino duró un año. No duró más por un tropiezo que tuve con un Teniente del Cuerpo, natural de Galicia, el cual en esos momentos era Jefe del 091. A mediados del año 81, esa persona entró en la Delegación del Gobierno Civil muy acalorado y gritando <la Guardia Civil acaba de matar en un control en Itxaurrondo a dos miembros de ETA>. Yo exclamé: ¡¡Hombre!!, ya era hora de que cayeran estos perros también. El Teniente se me quedó mirando y me respondió, <si ellos son unos perros, tu puta madre>. No salía de mi asombro, ante semejante manifestación por un Jefe de la Policía Nacional y le pregunté: Mi Teniente, ¿sabe Usted lo que acaba de decir en presencia de testigos (allí había varios compañeros que lo escucharon perfectamente)?. A lo que me volvió a responder <sí, que tu puta madre>. Me retiré y no actué con violencia y sí con inteligencia. Di conocimiento del hecho y como consecuencia de sus actos fue arrestado un mes y cambiado de destino a Irún. A mí, por dar parte de un superior, me metieron ocho injustos días de prevención. 

Esa labor como Jefe de Calabozos, no era nada recomendable, nadie lo quería, claro, pero recién llegado te mandaban donde a ellos les interesaba y no era del agrado de nadie, al ser un lugar donde tenías que convivir durante diez días con los miembros de ETA y la convivencia con ellos era por tanto, diaria. Entrabas a las 14,00 horas de un día y salías a las 14,00 horas del otro. Tenían tiempo de retener tu rostro en su memoria y sobre todo del que mandaba. Me ocurrieron muchos episodios desagradables. En el año que estuve prestando servicios en los calabozos, no hubo un solo día sin tener un comando detenido. Normalmente el comando estaba compuesto entre tres y cinco individuos a los que había que darles de comer, sacarlos al servicio, la ducha y otros menesteres. En una ocasión me llevaron a los componentes (eran cuatro) del Batallón Vasco Español (B.V.E.), compuesto por un sobrino de un General, un gitano, un representante de artículos y un don nadie a los que se les acusaba de haber matado a etarras. Un comando de idiotas e ineptos, nos dieron muchos problemas de convivencia y sobre todo el representante de artículos. Ese individuo, en una ocasión, puso la colchoneta del calabozo tapando la ventanilla por donde nosotros mirábamos para ver si todo iba bien, entramos en la celda con mucha preocupación y desconfiando del individuo, no sabíamos que nos íbamos a encontrar. El personaje nos estaba esperando con una esquirla en la mano que había arrancado de un saliente de la puerta, la esquirla era un cuchillo de unos veinte centímetros y con ella se abalanzó contra mí y el Policía que me acompañaba con la suerte de que pudimos reducirlo sin sufrir daños, él no salió muy bien parado y solicité una patrulla para conducirlo al hospital para una revisión. Cuando regresó lo puse en una celda frente a nuestra mesa para tenerlo a la vista y esposado a los barrotes. A continuación hice una ampliación de diligencias relatando los hechos y presentando el parte facultativo. 

Uno de los momentos más críticos y delicados, los viví, cuando el golpe de Estado en el Congreso, del Teniente Coronel Tejero el 23 de febrero de 1981. Me encontraba en la puerta principal de la Comisaría hablando con el Policía de servicio cuando entró por ella un Inspector, gritando, han dado un golpe de Estado en el Senado un grupo de Guardias Civiles. No dábamos crédito a esas manifestaciones, pero desgraciadamente era real. Al momento recibimos órdenes del Comisario, que entrar en Comisaría se podía hacer pero salir no lo podía hacer nadie. En esos momentos los calabozos los tenía repletos de etarras. También tenía a un médico detenido por haber curado a un miembro de ETA, por cierto, muy buena persona y al que le dábamos un trato especial, a la hora de comer y cenar lo sacábamos de la celda y comía con nosotros en la misma mesa, nosotros no lo veíamos culpable de nada por haber curado a un miembro de ETA dentro de su dispensario, entraba dentro de sus obligaciones y juramento, pues bien, este sr. terminó enterándose del tema, aun estando en la celda, pues menudo alboroto y escándalo se armó. Se puso a llorar y a suplicarme para que no lo matara, eso es lo que él pensaba, él y los etarras. Doblé la guardia y doté a los Policías de armas largas. Tenía que proteger la integridad de los detenidos y de mis Policías. Partamos de la base de que yo también odiaba a los etarras y los consideraba unos asesinos, pero ni yo ni los Policías lo éramos y sabíamos cuál era nuestra obligación. Menos mal que todo quedó en nada y volvimos a la normalidad en toda España. 

Ahí también me gané el que un Capitán nuestro me cogiera manía. Resulta que este sujeto vino a hacer una visita a los Calabozos en el momento en que estos estaban sucios al haberse inundado de agua, algo que ocurría unas pocas veces al año por la subida de la marea (los calabozos estaban por debajo del nivel del mar), pues bien, me echó la bronca y me dijo que por qué no había puesto a los Policías a limpiar. No salía de mi asombro, y le contesté que si un Policía se ponía a limpiar lo arrestaría, que para eso había una brigada de limpieza y eran los que tenían que hacerlo, no me respondió pero en su cara vi ira y amenaza, de hecho a partir de ese momento recibí algunas zancadillas por su parte y no le daba curso a las propuestas de felicitación que me hacían. Él era el Jefe de la oficina donde se tramitaban las propuestas de felicitación. Un día recién salido de servicio, recibí una mala noticia, mi padre había muerto de un infarto, era el día 30 de Abril de 1981. Nos fuimos a Ceuta inmediatamente y estuve conduciendo sin parar y sin haber dormido, fue agotador pero llegué a tiempo y así mi madre estuvo más arropada dentro del dolor. 

Voy a dejar el capítulo como Jefe de Calabozos y me voy a centrar en otro destino que me vino como consecuencia del encontronazo que tuve con el teniente. Este destino me vino impuesto como castigo, y digo como castigo, porque yo no lo pedí, ya me había amoldado en los Calabozos a pesar del peligro que ello suponía y protestar no me valió de nada. Mi nuevo destino era hacerme cargo del personal de mantenimiento, personal de unos 36 Policías con oficios, algunos de ellos, como carpintero, fontanero, albañiles y limpieza. Hay que tener en cuenta que no se podía tener personal civil para estos menesteres por el peligro que ello suponía. Se podía colar entre los civiles algún informador de ETA. De todas formas ningún civil se prestaba a trabajar con la Policía porque lo etiquetaban de traidor. Este destino me duró dos años. Los días que había fútbol lo cubríamos el personal de mantenimiento y os puedo decir que era un servicio humillante, y os voy a razonar por qué. En los campos de fútbol el servicio de Orden Público se realiza en el interior del campo con Policías alrededor del mismo y sentados en una silla. El entretenimiento del público era echarles monedas y globos llenos de agua a los Policías. Recuerdo una vez que estaba con muchas monedas a mi alrededor las recogí y se las di a los niños que estaban viendo el partido y que me tiraron dos globos llenos de agua que reventaron en mi cabeza y el agua penetró en mi cuerpo, era un día que hacía mucho frio y no pude contenerme, me dirigí al público y les dije de todo menos bonito, nadie protestó al verme la cara descompuesta que tenía, está mal, lo sé, pero hay un límite para aguantar humillaciones y yo estaba al borde de la locura. 

Era Jefe de mantenimiento y también de subsuelo, quiero decir, que dos o tres veces a la semana nos metíamos en las alcantarillas de San Sebastián para inspeccionarla de posibles trampas o artefactos, sobre todo los alrededores del campo de futbol, Ayuntamiento, Gobierno Civil, cárcel, etc. Otra de mis misiones era proporcionarles alojamiento a las Reservas (actuales Unidades de intervención Policial – UIP), que venían a reforzar el servicio en momentos especiales. Estos alojamientos los teníamos en el Cuartel del Ejército en Loyola, disponíamos de dos naves, suficientes para acogerlos. El día 22 de Julio de 1983, me ordenaron ir con seis Policías de paisano, dotados con zapatillas de deporte y grilletes, a la Plaza Principal, frente al Ayuntamiento de Rentería con cinco o seis grupos más de Policías de otras Unidades. Se celebraba en esa localidad la fiesta de Las Magdalenas y los etarras querían aprovechar el momento para quemar la Bandera Española (ya lo habían hecho en otros pueblos), nuestra misión era camuflarnos entre el público para evitar que se produjera esa quema y aguantar a la muchedumbre el tiempo justo para que entrara la reserva, que estaba apostada muy cerca del lugar esperando el momento. Yo antes de ir a ese lugar me hice con trozos de cadenas para mí y los Policías que me acompañaban, lo hice sin que se enteraran nuestros Mandos, no me lo hubieran permitido, pero no íbamos a jugar un partido de fútbol a esa localidad, íbamos a meternos en una ratonera, en el Pueblo más radical de Guipúzcoa sin nada con que defendernos. Gracias a ello pudimos repeler el enfrentamiento tan desigual al que nos vimos envueltos. En ese enfrentamiento resultamos heridos varios Policías, entre ellos yo, me abrieron el casco cabelludo con una cadena y se me marcaron los eslabones de la misma en todo el rostro, aun así continué repeliendo los ataques y quitándome la sangre de la cara con las manos para poder ver. Cuando entró la reserva y se hizo cargo del Orden Público, los de paisano nos replegamos hacía el interior del Ayuntamiento para curarnos nuestras heridas. Por cierto, cuando me disponía a entrar a la sala donde me podían curar, un Policía Municipal intentó impedirme la entrada y lo tuve que apartar de mala manera y soltándole varios improperios. En ese episodio se repartieron felicitaciones y un Galón de Mérito, Galón que me concedieron a mí propuesto por el Comandante Jefe de la Plantilla de San Sebastián, Sr. Paulino García que había sido testigo de los hechos. Esa condecoración me daba preferencia para ir destinado a Ceuta cuando salieran plazas. Trataron de hacerme la jugada en la oficina donde estaba el Capitán con el que yo había tenido problemas en los Calabozos, me enteré de casualidad, hablé con el Comandante Paulino y se resolvió el tema. Esa condecoración me valió para irme destinado a Ceuta. El día de las guerras de las banderas, a mi mujer y mis hijos los cogió en Ceuta, gracias a Dios, así no pudieron verme la cabeza rajada y los eslabones de la cadena marcados en mi rostro, yo tampoco les dije nada y cuando nos vimos, ya estaba curado. Decir que salí en todos los medios con fotografías mías pegando con una cadena (ya dije que mi grupo iba con cadenas, yo también), o más bien, defendiéndome de los ataques de una jauría de individuos. Al día siguiente la reserva se desplazó a quitar pasquines con mi foto pegando con la cadena y que habían colocado en las paredes del pueblo, comparando lo ocurrido ese día con los tiempos de Franco. También retiraron una cinta de un bar en la que se veía todo el proceso de las cargas Policiales, sólo las nuestras, las de ellos no, claro. Ni que decir, que tuve que dejarme bigote para cambiar mi imagen, estaba muy señalado y no podía andarme con bromas, entre los pasquines con mi foto en Rentería y mi época en los Calabozos, tenía que hacer algo para despistar al enemigo. 

 

El día 16 de septiembre de 1983, ocurrió el suceso más triste que yo pasé en San Sebastián. Ese día, como de costumbre me dispuse a pasar lista y asignarles a cada uno su trabajo, (empezábamos a trabajar a las ocho horas de la mañana), al llegar a nombrar a PABLO SÁNCHEZ CÉSAR, silencio absoluto, me extrañó su ausencia no solía faltar nunca y era una persona muy formal y responsable, no pasó media hora cuando recibimos la noticia de que había sido ejecutado por la banda terrorista ETA en la localidad de Urnieta, que era donde vivía con su mujer y su hijo de corta edad. Fue en la Estación del pueblo donde pensaba coger un tren para venir a su trabajo en el Cuartel de Aldapeta de la Policía Nacional, el comando etarra lo acorraló en el andén y lo echó a la vía, él corrió lo que pudo hasta llegar al andén de enfrente donde se desplomó. Recibió trece impactos de bala en su cuerpo, el último en la cabeza para rematarlo. Pablo no tenía costumbre de ir siempre en tren, alternaba su ida al trabajo cogiendo el tren unas veces y otras su coche, la rutina en los desplazamientos era mortal para nosotros, pero en este caso él no tenía salvación, había un comando en la estación del ferrocarril y otro junto a su coche esperándolo para ejecutarlo. Organicé su sepelio y le puse una escolta junto a su féretro de cuatro Policías uniformados con sus correspondientes relevos, en la Delegación del Gobierno hasta su entierro. Fue muy doloroso para todos los que convivíamos diariamente con él, allí todo el mundo lloraba y sobre todo su hermano, también Policía y un íntimo amigo de él, Morujo, los dos estaban aferrados al féretro y no había forma de despegarlos de él. Morujo no paraba de decir “Pablo, Dios necesitaba un pintor para pintar el Cielo y te ha escogido a ti”, (ese era el trabajo que hacía en el Cuartel). Han pasado de esto 38 años y no consigo olvidar esa frase, ni otras muchas cosas desagradables que he vivido en la Región Vasca. Pablo tenía 24 años cuando lo mataron.

En el año 1982 volvimos a nacer muchos Policías, íbamos en un autobús a prestar servicio al campo de fútbol de Anoeta, salíamos del Cuartel de Aldapeta y en la cuesta que existe junto al Acuartelamiento había una furgoneta aparcada con trecientos kilos de explosivos y tornillería que afortunadamente no explosionó al tener el detonador defectuoso, de esto nos enteramos al regresar del servicio. El día 14 de septiembre de 1982, ocurrió un atentado en el que murieron cuatro Policías y otro resultó gravemente herido. Eran las once de la mañana en el pueblo de Oyarzún dos vehículos Policiales, uno del 091 con tres componentes y un camuflado (Búho) con dos, quedaron allí para tomarse un bocadillo, cuando terminaron y en una curva los etarras los acribillaron a balazos, como resultado, cuatro de ellos muertos y un quinto herido de gravedad (recibió cuatro impactos de bala, brazo derecho, tórax, muslo derecho y pierna izquierda). 

El Sargento: Julián Carmona Fernández que se ocupó de los funerales y de recibir a los familiares, al día siguiente, se suicidó pegándose un tiro en la cabeza en la Delegación del Gobierno delante de todos los asistentes y entre ellos el General Félix Alcalá-Galiano. Este hombre, no fue capaz de aguantar tanta presión y escogió la peor de las soluciones, ya otro Sargento hizo lo mismo en diferente momento. 

Otro suceso triste por el que tuve que pasar fue la muerte de otro compañero en un atentado con coche bomba. Ocurrió el día 24 de Junio del año 1983. Una furgoneta nuestra voló por los aires a consecuencia de un coche bomba aparcado en una calle por la que tenía que pasar el vehículo Policial. En éste atentado murió el Policía: Juan Casanova López y otros seis resultaron gravemente heridos.

Yo no estaba cómodo como Jefe de mantenimiento, por lo tanto, un día fui al despacho del Comandante Paulino (yo despachaba directamente con él) para tratar temas de competencia en cuanto a mantenimiento, además de encomendar trabajos a los Policías, también me encargaba de comprar el material necesario para esos menesteres. Entonces aproveché el momento para solicitarle un destino en la calle, no le sentó muy bien pero me comprendió y me dijo, que no le hacía mucha gracia perderme pero que llevaba mucho tiempo en ese destino y me comprendía. Me vio actuar en la Plaza de Rentería y me dijo que sabía que era un hombre de acción y no de oficina así que me dio a escoger el lugar donde quería ir. Le dije al 091 y allí me mandó. Ese hombre supo valorarme y yo sé que me tenía aprecio. 

En mi nuevo destino, también pasé por episodios desagradables, enumeraré algunos. Un día acudimos a un lugar donde había estallado una bomba trampa en la que murió un compañero del TEDAX y otro resultó gravemente herido. Los restos del compañero los recogimos y los metimos en bolsas, un brazo llegó hasta un segundo piso de una casa, fue tremendo y triste, además de duro. Me moriré con esa estampa grabada en mi cerebro. Otra vez en un atraco a un banco protagonizado por dos individuos con rehenes, resultaron heridos de gravedad dos compañeros. Uno que trató de dialogar con los atracadores y al tratar de entrar, le volaron los dedos de una mano de un disparo de posta. El otro compañero que acudió al lugar como tirador selecto, el Cabo Nogaledo de mi promoción en la Academia de Policía, resultó herido con un tiro de posta en todo el pecho. Él cuando acudió al lugar se subió al alar del primer piso para sorprender a los atracadores, pero cuando pasó por una ventana (no tuvo la precaución de agacharse) le dieron un tiro a bocajarro y le llenaron todo el pecho de perdigones, lo estaban esperando y no tuvieron piedad. No murió, pero lo operaron a vida o muerte inflándolo como si fuera un globo para sacarle los cientos de perdigones que se le metió en el cuerpo. Hoy en día no sé si terminó muriendo o no, pues lo destinaron a su tierra y ya perdí el contacto con él, y digo que no sé si murió o no, porque no pudieron sacarle todos los perdigones por estar alojados en sitios del cuerpo que no se podían tocar y si aún vive imagino que será con mucho sufrimiento. 

Aquí voy a terminar mi relato para no hacerlo más extenso y pesado, solo decir que en mayo del año 1984 fui destinado a Ceuta, donde mi vida ha corrido más peligro que en la Región Vasca; pero eso ya es otra historia…”. 

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Currículum Daniel Rodríguez Castillo

 

- Natural de Ceuta

- Policía Local de Ceuta años 1999/2002.

- Actualmente Responsable Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (G.O.A.P.), de la Policía Local de Los Barrios (Cádiz).

- Maestro Especialidad de Educación Física (Universidad de Granada).

- Especialista en Terrorismo, artefactos explosivos y autoprotección (Corporación Euro-Americana de Seguridad CEAS INTERNACIONAL).

- Experto Universitario en Terrorismo Yihadista (UNED).

- Especialista Universitario en Instructor de Servicios Operativos de Emergencia (Universidad de Valencia).

- Especialista Universitario en Análisis del Terrorismo Yihadista, Insurgencias y Movimientos radicales (Universidad Pablo de Olavide - Sevilla).

- Máster en Seguridad Pública y Privada (Universidad de Valencia).

- Máster en Protección Civil y Gestión de Emergencias (Universidad de Valencia).

- Máster en Fenomenología Terrorista: Bioterrorismo, Prevención Epidemilógica, Ciberterrorismo y Amenazas Químicas (Universidad de Granada).

- Autor del Plan de actuación local ante riesgo de atentado terrorista en espacios abiertos del Ayuntamiento de Los Barrios (Cádiz).

- Miembro de CISEG (COMUNIDAD DE INTELIGENCIA Y SEGURIDAD GLOBAL).

- Colaborador de la RED SAFE WORLD.

- Profesor de la Escuela de Policía Local de Los Barrios (Cádiz), impartiendo cursos entre otros, sobre terrorismo yihadista.

Del pasado se aprende.